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La expresión «unión de hecho» abarca un conjunto de múltiples y heterogéneas realidades humanas, cuyo elemento común es el de ser convivencias (de tipo sexual) que no son matrimonios.

Las uniones de hecho se caracterizan, precisamente, por ignorar, postergar o aún rechazar el compromiso conyugal. De esto se derivan graves consecuencias.

Con el matrimonio se asumen públicamente, mediante el pacto de amor conyugal, todas las responsabilidades que nacen del vínculo establecido. De esta asunción pública de responsabilidades resulta un bien no sólo para los propios cónyuges y los hijos en su crecimiento afectivo y formativo, sino también para los otros miembros de la familia.

De este modo, la familia fundada en el matrimonio es un bien fundamental y precioso para la entera sociedad, cuyo entramado más firme se asienta sobre los valores que se despliegan en las relaciones familiares, que encuentra su garantía en el matrimonio estable.

El bien generado por el matrimonio es básico para la misma Iglesia, que reconoce en la familia la «Iglesia domestica»[2]. Todo ello se ve comprometido con el abandono de la institución matrimonial implícito en las uniones de hecho.

Puede suceder que alguien desee y realice un uso de la sexualidad distinto del inscrito por Dios en la misma naturaleza humana y la finalidad específicamente humana de sus actos. Contraría con ello el lenguaje interpersonal del amor y compromete gravemente, con un objetivo desorden, el verdadero diálogo de vida dispuesto por el Creador y Redentor del género humano.

La doctrina de la Iglesia Católica es bien conocida por la opinión pública, y no es aquí necesario repetirla[3]. Es la dimensión social del problema la que requiere un mayor esfuerzo de reflexión que permita advertir, especialmente por quienes tienen responsabilidades públicas, la improcedencia de elevar estas situaciones privadas a la categoría de interés público.

Con el pretexto de regular un marco de convivencia social y jurídica, se intenta justificar el reconocimiento institucional de las uniones de hecho. De este modo, las uniones de hecho se convierten en institución y se sancionan legislativamente derechos y deberes en detrimento de la familia fundada en el matrimonio.

Las uniones de hecho quedan en un nivel jurídico similar al del matrimonio. Se califica públicamente de «bien» dicha convivencia, elevándola a una condición similar, o incluso equiparándola al matrimonio, en perjuicio de la verdad y de la justicia. Con ello se contribuye de manera muy acusada al deterioro de esta institución natural, completamente vital, básica y necesaria para todo el cuerpo social, que es el matrimonio.

Los motivos personales y el factor cultural

Es importante preguntarse por los motivos profundos por los que la cultura contemporánea asiste a una crisis del matrimonio, tanto en su dimensión religiosa como en aquella civil, y al intento de reconocimiento y equiparación de las uniones de hecho.

De este modo, situaciones inestables que se definen más por aquello que de negativo tienen (la omisión del vínculo matrimonial), que por lo que se caracterizan positivamente, aparecen situadas a un nivel similar al matrimonio.

Efectivamente todas aquellas situaciones se consolidan en distintas formas de relación, pero todas ellas están en contraste con una verdadera y plena donación recíproca, estable y reconocida socialmente.

La complejidad de los motivos de orden económico, sociológico y psicológico, inscrita en un contexto de privatización del amor y de eliminación del carácter institucional del matrimonio, sugiere la conveniencia de profundizar en la perspectiva ideológica y cultural a partir de la cual se ha ido progresivamente desarrollando y afirmando el fenómeno de las uniones de hecho, tal y como hoy lo conocemos.

La disminución progresiva del numero de matrimonios y de familias reconocidas en tanto que tales por las leyes de diferentes Estados, el aumento del número de parejas no casadas que conviven juntos en ciertos países, no puede ser suficientemente explicado por un movimiento cultural aislado y espontáneo, sino que responde a cambios históricos en las sociedades, en ese momento cultural contemporáneo que algunos autores denominan «post-modernidad».

Es cierto que la menor incidencia del mundo agrícola, el desarrollo del sector terciario de la economía, el aumento de la duración media de la vida, la inestabilidad del empleo y de las relaciones personales, la reducción del número de miembros de la familia que viven juntos bajo el mismo techo, la globalización de los fenómenos sociales y económicos, han dado como resultado una mayor inestabilidad de las familias y favorecido un ideal de familia menos numerosa.

Pero ¿es esto suficiente para explicar la situación contemporánea del matrimonio?

Para leer el documento completo visite: http://www.aciprensa.com/Docum/pcfunion00.htm

Un guía espiritual es alguien que vive una vida coherente, que ha trabajo en su persona y se ha mejorado para poder ser una guía para otros.

Debido a su experiencia puede orientar y aconsejar sobre cualquier tipo de problemas. Para los católicos la persona idónea es un sacerdote o bien una persona religiosa, puede ser una hermana o hermano consagrado.

No es fácil elegir al que será el guía de decisiones difíciles o quien conocerá todo sobre nuestra vida. El verdadero guía espiritual se vuelve nuestro mejor amigo, en quien confiamos nuestros miedos, incertidumbres y problemas, por ello debe tener toda nuestra confianza.

Por qué es necesario?

Así como nuestro cuerpo necesita medicinas cuando enfermamos, nuestra alma también necesita atención. El médico para el alma viene siendo ese guía pues hay problemas en la vida que no se resuelven rápido y necesitamos de un proceso acompañado por alguien que nos oriente mejor en la toma de decisiones.

Elegir un guía espiritual no es tan fácil, pero te damos algunos puntos que debes tener en cuenta:

1. Observa su vida. No puedes dar lo que no tienes. Alguien que vive su vida con coherencia y paz sabrá darte las herramientas que necesitas para vivir feliz.

2. Averigua: cuando alguien es muy bueno la fama se hace sola. Pregunta en tu comunidad, fíjate a quien acuden las personas a confesarse o buscar dirección, seguramente esa persona sea la indicada.

3. Saca conclusiones. Después de haber hablado con esta persona por primera vez analiza como te sentiste, si te hizo reflexionar.

4. Te aconseja no impone. El asesor o guía espiritual te orienta, nunca te presiona para que tomes decisiones.

¿Y tú ya tienes el tuyo?

La familia es la célula fundamental de la sociedad, constituye la unidad de reproducción y mantenimiento de la especie humana. Es una forma de organización en torno a la unión de pareja, en base a la cual se desarrollan todas las relaciones parentelares.

Una familia funcional es aquella en la cual, las reglas de convivencia, son flexibles y negociables. Los miembros de las familias disfuncionales, desempeñan ciertos papeles para mantener las necesidades en equilibrio, pero estos papeles son flexibles y compartidos por todos los integrantes.

Una familia que no satisface las necesidades emocionales de sus integrantes, no cumple con sus funciones, o sea es una familia disfuncional. Un aspecto de la disfuncionalidad, es la falta de comunicación, los miembros no pueden expresar libremente sus sentimientos, la unión no es productiva.

La comunicación defectuosa, lleva a un deterioro en el relacionamiento de sus miembros, que provoca discusiones, frustraciones, hostilidades. También podemos encontrar como manifestación típica de estas familias, la confusión de roles dentro de la misma.

Las familias nucleares como grupo, funcionan de manera más eficaz, al tener menor cantidad de miembros, hay más oportunidad de expresión social y psicológica. Por lo general, los adultos a cargo de las familias disfuncionales, cuentan con una deficiente educación, asumen modelos comunicacionales autoritarios, rígidos y tradicionales, que apelan a la represión, el miedo, la prohibición, los sermones, los silencios.

Otro rasgo que caracteriza la disfuncionalidad, es la falta de cohesión, donde los miembros de la familia, no se brindan ayuda frente a los problemas.

RASGOS TÍPI COS DE LAS FAMILIAS DISFUNCIONALES:

Las familias disfuncionales, niegan que exista un problema en su seno, y responden de manera agresiva a todo intento de ayuda.

La mentira es empleada como forma de ocultamiento de la realidad, para mantener una fachada aparentemente normal. La desesperanza y la frustración, contribuyen a desarrollar una incapacidad para afrontar los problemas.

Se dan manifestaciones de violencia física y emocional. No se comparten actividades colectivas positivas, tan sólo las crisis. El relacionamiento afectivo se da en base al autoritarismo y el miedo, con ausencia del cariño y la tolerancia.