Ceferino Namuncurá. Centroamérica, agosto 2011.- En su casa de Villa Elvira, Ariel Calfucurá se enorgullece de llevar "la sangre de un emperador y de un beato".

El emperador fue el cacique mapuche Juan Calfucurá, que a principios del siglo XIX dominó buena parte de la Patagonia argentina; el beato, Ceferino Namuncurá, a quien se le atribuyen numerosos milagros y cuyos descendientes aspiran a que el Vaticano no tarde en reconocer como Santo.

De ahí que al cumplirse hoy 115 años del nacimiento de Ceferino, mientras la comunidad salesiana celebra misas en su memoria, Ariel Calfucurá reimpulsa su canonización como una cruzada personal a la que ha dedicado buena parte de su vida.

Con este propósito se ocupa desde hace años de reunir testimonios de fe que acaso le permitan a su antepasado convertirse alguna vez en el segundo santo argentino.

Y es que "el único milagro que la Santa Sede le reconoce a Ceferino no es el único que hizo; Ceferino tiene un montón", sostiene Ariel Calfucurá en referencia al caso que llevó al papa Benedicto XVI a declararlo beato en 2007: el de Valeria Herrera, una joven madre cordobesa de 24 años.

La mujer, que padecía un avanzado cáncer de útero, aseguró en el año 2000 haberse recuperado por completo gracias a la intercesión de Ceferino Namuncurá, a quien le rezaba todos los días. Tras estudiar su caso durante cuatro años, una junta médica enviada por el Vaticano concluyó que se trataba de un verdadero milagro ya que no había forma de explicar científicamente la mejoría.

Como ése, sin embargo, "hay muchos otros casos de personas que aseguran haberse recuperado de una enfermedad rezándole a Ceferino", dice Ariel Calfucurá, quien ha venido documentándolos con la idea de aportarlos a la investigación que realiza el Episcopado argentino en torno al llamado "Indio Santo".

Museólogo y preceptor en una escuela técnica de La Plata, Ariel, que es bisnieto de un tío directo de Ceferino, asegura sentirse "muy identificado con su historia". "Cómo él -dice- yo también sufrí de chico por tener sangre mapuche y lo mismo mi familia. De hecho, mi abuela, Lucrecia Calfucurá, descendiente de un emperador que llegó a ser dueño de media Patagonia, murió en la indigencia y con un profunda pena por el trato que recibió toda su vida", dice.

Emparentados con los Namuncurá como descendientes de la misma dinastía mapuche, la rama de los Calfucurá a la que pertenece Ariel se instaló en La Plata pocos años después de su fundación, dejando al resto de su familia en Neuquén. Aún así, unos y otros se mantienen en contacto alrededor de la causa de Ceferino.

La última vez que los Calfucurá y los Namuncurá estuvieron todos juntos fue el 11 de noviembre de 2007 en Chimpay, el pueblo natal de Ceferino. Ese día, ante unas cien mil personas, el cardenal Tarcisio Bertone, enviado por el Vaticano, lo proclamó beato.

Para su familia fue sin embargo el primer paso de un reconocimiento que ansían casi como una reivindicación para su pueblo.

 
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