Prójimo equivale a “próximo”, el que está cerca. Un experto en la ley de Moisés confronta a Jesús. Quiere comprobar si en realidad Jesús tiene la capacidad de explicar y aplicar los preceptos judíos con la autoridad con que lo hace. Pareciera, más bien, que lo quiere desprestigiar.

 La pregunta parece ingenua: ¿Cómo conseguir la vida eterna? Por supuesto que no se refiere al “más allá”. Vida eterna es la vida de obediencia a la ley de Moisés.

Jesús lo reta, pues se trata de un rabino: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como si le dijera: Pero si ya lo sabes, ¿por qué lo preguntas?

De hecho el rabino lo sabía y da la respuesta exacta: Amar a Dios y amar al prójimo.

Jesús lo felicita con cierta ironía. Y le completa la respuesta: “Has esto y vivirás”. Como quien dice: No basta conocer la ley; hay que practicarla.

El rabino quiere salvar la cara con otra pregunta: ¿Y quién es mi prójimo?

Prójimo equivale a “próximo”, el que está cerca.

Jesús, como buen maestro, no le expone una teoría, sino que inventa una parábola. Jesús tiene una increíble habilidad para utilizar parábolas de su invención en lugar de teorías complicadas.

Resumiendo la parábola, estas serían las líneas fuertes: Un fulano (¿judío? ¿samaritano?) es asaltado y queda tirado malamente en el camino. Pasan junto a él tres personajes. Los primeros dos son judíos religiosos con servicios en el templo. Lo ven, lo evitan y siguen su camino. El tercero, un samaritano, le presta los primeros auxilios, lo monta en su caballo y paga el gasto de su curación completa en la posada cercana.
Entonces Jesús interpela al experto en la ley: ¿Cuál de los tres demostró ser el prójimo del malherido.

La respuesta era obvia: El que se compadeció de él.

La parábola es dura. Los judíos menospreciaban a los samaritanos y los evitaban. Por eso el rabino no utiliza la palabra “samaritano” para referirse al que actuó con misericordia.

Jesús va más allá de la discusión religiosa: Anda entonces y haz tú lo mismo.

Conclusión: La religión es estéril si queda reducida a conocimientos o prácticas que no aterricen en la preocupación práctica por la persona que sufre.

Para leer: Lucas 10,25-37

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