tmserranonuilaLa historia de los Serrano-Nuila parece extraída de una novela entretejida con hilos salesianos.
Genaro y Martha María (los papás) nos conocimos en el Colegio Santa Cecilia, en el grupo Juventud 75. Nos presentó el Padre Guillermo Peralta, quien desde un principio se convirtió en nuestro “cupido”. En 1979, un corto noviazgo. En 1980, Martha María se trasladó a Tegucigalpa. María Auxiliadora y Don Bosco se empecinaron en hacer realidad el dicho salvadoreño: “La pedrada que es tuya nadie te la quita”. En marzo de 1988 un encuentro en Santa Tecla dio la pauta para comenzar un noviazgo formal. Genaro viajaba cada sábado hasta Tegucigalpa, donde permanecía unas horas y regresaba a San Salvador.

El 30 de diciembre de 1989 nos casamos, con más diferencias que coincidencias, con la vocación salesiana casi como único factor común entre ambos. Descubrimos por qué los cuentos de hadas terminan en boda. Nadie investiga la veracidad o las dificultades para construir el “vivieron felices…”. La misa dominical, la cercanía a la vida sacramental y el consejo oportuno del padre Alfonso Evertsz fueron nuestra ayuda certera. Cuando hay diferencias, es María Auxiliadora quien consigue el vino tinto para reinventar el amor que mata “la incompatibilidad de caracteres”, que para otros sería divorcio.
Nuestras hijas llegaron despacio para ser disfrutadas en todas sus etapas. Una por cada mundial de fútbol: Italia’90 nos dejó a Marthita; Estados Unidos ’94 nos trajo a Suyapa y Francia ’98 a Maycita. Su llegada nos permitió construir un ambiente de acogida, la casa se llenaba de jóvenes de diferentes edades, de cantos, de risas, de cuentos, de grupos de estudio, de pleitos… Entramos en un mundo de piyamadas, piñatas, almuerzos, paseos y retos. Recordamos las tablas de multiplicar, los verbos, la historia colonial y el ambiente del Movimiento Juvenil Salesiano con sus campoboscos y retiros. Ya superamos los “primeros novios”, las malas calificaciones, los cambios de humor y la adolescencia sin nalgadas, con sistema preventivo… A lo largo de 23 años de matrimonio el perdón ha sido clave. Un fin de semana típico es repartir niñas, supermercado, anécdotas, los mismos chistes de papá, películas, playa, juegos de mesa… Las fiestas salesianas son como los cumpleaños.

tmzaldañaveidmanSin duda alguna, la fe católica es el eje que fundamental, sostiene y acrecienta nuestra familia, puesto que  está cimentada en el sacramento del matrimonio.  

Desde ese momento, cuando Cristo consagró nuestra unión como esposos, comprendimos que sólo con Él podríamos llevar a cabo la misión de ser una familia cristiana, tratando de vivir la doctrina católica, que tantas veces nos opone a la corriente del mundo: cuidar la fidelidad y la apertura a la vida en el matrimonio; acudir con frecuencia a los sacramentos de la penitencia y la eucaristía para alimentar la gracia de Dios en nuestras vidas; luchar por vivir las virtudes—honestidad, laboriosidad, generosidad, etc.—que sabemos son ejemplo fundamental para educar a nuestros hijos; esforzarnos por buscar el equilibrio en la administración de los bienes materiales, tratando de evitar lo superfluo y cuidando lo que se tiene; escoger con cuidado el entretenimiento familiar, que no atente contra la moral cristiana; tener precaución y sobriedad en el uso de la tecnología que puede llevar a peligros insospechados; hablar continuamente con los hijos sobre los temas y situaciones que inundan el mundo para darles criterio recto en el ejercicio de su libertad; recordarnos continuamente de la presencia viva de Cristo, la Virgen María, los Angeles Custodios, la Comunión de los Santos, que nos asisten en todas las circunstancias que puedan suscitarse en nuestras vidas,  y enseñar a los hijos a acudir con confianza a estas ayudas celestiales; acompañarnos mutuamente en la oración diaria de la mañana, de la noche y a la hora de las comidas para ejercitar la piedad. Todo esto supone una lucha cotidiana, empezando el día con buenos propósitos y esforzándonos por alcanzarlos, aunque no siempre se logren.

sanmiguelhonduras2La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados, también en nuestros días. por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora.

Las pruebas de la vida permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo. Son también preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (san Pablo).
Creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno.

La Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en Cristo como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

Papa Benedicto XVIPor la fe los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro. Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona.

Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte.

Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura, y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

manosLa fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda.

La fe y la caridad se necesitan mutuamente. Ambas se apoyan para seguir su propio camino.

Muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido. Es el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo.

Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. “Cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.

La fe nos permite reconocer a Cristo. Su mismo amor nos impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.

Sostenidos por la fe, miramos con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.

P1040032La historia de nuestra fe contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.

La santidad pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida.

El pecado debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

tm04mariaPor la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega.

En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a él.

Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad.

Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes.

Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario.
Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón, los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo.

tm05miradacristoEn Jesucristo encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano.

La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

pueblodediosPor la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos.

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

puerta-feLa puerta de la fe introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia. Esa puerta está siempre abierta para nosotros.

Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma.

Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Este empieza con el bautismo, con el que podemos llegar a Dios con el nombre de Padre. Se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús. Con el don del Espíritu Santo, Jesús ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él.

Profesar la fe en la Trinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo – equivale a creer en un solo Dios que es Amor: el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

baby-r seegerCuando era adolescente padecí de una rara enfermedad que, según diagnóstico médico, me impediría tener hijos. Al casarme a los 27 años, no me atreví a manifestarle a mi esposo mi caso. Con el tiempo me detectaron una displasia en mi cuello uterino, de la cual sané, gracias al tratamiento médico adecuado.

Mi familia soñaba con tener nietos y sobrinos, pero un médico infertólogo me confirmó que sería difícil que yo llegara a ser madre y que los síntomas de embarazo a veces son de origen psicológico.

Salí de la consulta médica más triste que nunca. Sola en mi habitación, me arrodillé junto a la ventana y recordé el relato bíblico de Ana que llora pidiéndole a Dios un hijo. Esa noche lloré interminablemente, pero no cesé en mi oración.

Mi esposo sufría en silencio. Me di cuenta de que él también oraba.

tm11maluUna muy querida amiga, que es cristiana evangélica, pero con quien compartimos el gusto por la lectura orante de la Palabra de Dios y las alegrías del servicio, me hizo esta pregunta: “Malú, ¿por qué seguís siendo católica?”.

Lejos de sentirme molesta, la pregunta me hizo sonreír y recordar. Regresé a un lejano domingo por la mañana cuando la visita de unas personas evangélicas dejaron a la niña que era yo (apenas 13 años) sin respuestas ante sus ataques a mi religión católica. A pesar de estudiar en un colegio católico, donde tenía clase de religión dos o tres veces a la semana, no pude defender mi fe. Busqué mi biblia del colegio (“Dios habla hoy”. Aun la tengo). Al leerla, me di cuenta de que no sabía bien dónde buscar ni qué buscar. Me sentía frustrada.

Esa noche, al decir mis oraciones, prometí firmemente a Dios que nunca más me quedaría sin argumentos para defender mi fe. Así comenzó un camino que me ha conducido a lo que soy ahora. Pedí a mis papás que me regalaran libros para estudiar la Biblia, cosa que hicieron con mucho agrado, y los cuales yo devoraba. Recuerdo con especial cariño el “Defiende tu fe”, que me dio bases y abrió mi mente a un mundo donde todo lo que se hace en él tiene una razón de ser.