oratoriana Sara Cristina Del Cid Reyes tiene 22 años de trabajar en el oratorio salesiano Campo Cielo en Comayagüela, Honduras. Un ambiente violentado por las maras y entristecido por la pobreza hace que el trabajo de Sara sea fundamental para los jóvenes de su comunidad. 

 

“Llegué motivada por el hecho de ver tanto niño sin hacer nada en la cuadra, en el barrio; además para acompañar a mis hijos que en ese entonces eran muy pequeños. Conformé el deportivo Halcón. Así entré como dirigente de equipo. Luego me fue gustando el ambiente y más que todo el poder ayudar a los jóvenes”, recuerda Sara. 

 

Actualmente ella es la coordinadora de la liga pre-juvenil de futbol y se encarga con mucha diligencia de los calendarios de actividades, tablas de posiciones y todo lo que necesite la liga. 

“Al trabajar con los jóvenes siento la necesidad de ellos, de alguien que les preste atención, un poco de tiempo donde se sientan en familia. Aún recuerdo a dos muchachos de la cuadra que eran tremendos. Apedreaban casas y hacían toda travesura que se les ocurriera. Yo veía que tendrían un mal futuro. Un día me acerqué y los invité al oratorio. Empezaron a jugar en el equipo y después tuvieron la oportunidad de entrar a los talleres del Colegio San Miguel. Uno sacó industrial y el otro mecánica automotriz. Ahora son hombres de bien, gracias al oratorio. Hay otros que, por más que se les habla, no entienden, pero uno hace lo que puede”, nos cuenta Sarita con una sonrisa.

Son cientos de muchachos los que han pasado en esos años por el oratorio. Sara siente mucha satisfacción cuando se encuentra con alguno ya convertido en hombre de familia y con trabajo estable, “ver que ya están forjados”. 

 

Sara es enfermera de tiempo completo en el hospital psiquiátrico Mario Mendoza. Combinar su pasión por el oratorio y su trabajo con horarios variables no fue fácil. A veces cambiaba los turnos o los pagaba a sus compañeros porque ella debía estar en el oratorio. Durante 22 años Sara se las ingenió para nunca faltar. Ahora trabaja solo de lunes a viernes en la consulta externa. Esto le facilita dedicar todo el fin de semana al patio salesiano sin contratiempos. 

“Me ha empujado ver la necesidad de mi comunidad, ver como el joven se pierde al estar en pandillas y por supuesto el amor a los muchachos. Para mí Don Bosco es un gran ejemplo, un gran santo que me ha motivado mucho para sentirme enamorada de los oratorios. Trabajaré hasta que Dios quiera tenerme allí. Las enfermedades, los achaques de la edad a veces se hacen sentir, pero solo El sabe”, afirma muy convencida. 

 

Pero no todo es felicidad. Siempre hay ovejas que se pierden en el camino. Sara recuerda tristemente a un joven del oratorio que ahora es un líder de pandilla. “Este joven me hizo mucho daño. Me dio un gran susto. Pero él recordó que jugaba conmigo cuando era pequeño. Gracias a eso, me salvé. En ese momento sentí la presencia de Dios conmigo. Este hecho hizo que yo me sintiera más comprometida. Debo devolver a Dios ese favor”. 

Todos esos años Sara ha trabajado por la satisfacción de ver que su esfuerzo ha dado frutos: jóvenes de bien. Ella desearía que toda su familia trabajara para este fin, “que sientan el llamado de trabajar en el oratorio como yo”. 

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