Hoy se pretende que la realidad debe someterse a mi idea. Mi pensamiento individual es el origen de todo. Mi pensamiento es la ley. Algunos asistimos con extrañeza a la proliferación actual de nuevos ‘derechos’ tales como contracepción, aborto, divorcio, pornografía, eutanasia, ‘matrimonios’ del mismo sexo, fecundación in vitro, etc.

Los redactores de la Declaración de la ONU en 1948 deseaban garantizar la ‘inviolabilidad’ de las personas y de las familias contra Estados totalitarios como el nazi y el comunista. Considerando que la familia -y no el individuo- es la célula base de la sociedad.

Sabíamos que Dios había revelado al hombre lo que es el hombre. Desde entonces han cambiado muchas cosas. Ahora ya no sabemos lo que es el hombre.

La nueva perspectiva de los derechos humanos ya no sirve para proteger a las personas de los abusos del Estado (sobre la base de la naturaleza humana). Sirve, más bien, para liberar a los individuos de todo lo que no les gusta de la Naturaleza. La reivindicación es ahora contra la naturaleza y contra el propio cuerpo. Esto ha engendrado una variedad de nuevos derechos que tiene como meta la total autonomía individual.

Mientras que la filosofía personalista y cristiana considera al hombre como alguien que participa de un orden natural y social, necesariamente jerárquico y cuya armonía conviene respetar, en cambio ahora el individuo es considerado como alguien que vale por sí mismo al margen de ese o cualquier otro orden.

La vida privada no es ya la vida que se desarrolla en la intimidad familiar, sino la libertad que tiene cada quién para actuar de acuerdo con su propio criterio, en todas las circunstancias.

En 1965, la Corte Suprema de los Estados Unidos consideró que la prohibición de los anticonceptivos atentaba contra la vida privada. Y fue esa visión de la ‘vida privada’ la que permitió imponer la legalización del aborto el año 1973. Desde entonces se otorga el primado a esta vida privada ampliada, a costa del bien común de la sociedad.

Este proceso consiste en hacer subjetiva una realidad que hasta ese momento era objetiva. Deriva de Descartes: ‘Pienso luego existo’. Lo cual es equivocado si ello significa que mi pensamiento precede a la realidad existente. Si la ciencia no coincide con mi pensamiento, lo siento por la ciencia. El individuo se convertiría en creador de una especie de ‘nueva realidad’.

Lo lógico es al revés: Si pienso es porque previamente existo. La realidad existente es lo primero. Y mi pensamiento debe ajustarse a esa naturaleza recibida para pensar correctamente. Al nacer, la mente es una hoja en blanco donde se escribe y se procesa lo que nos informan los sentidos sobre la realidad existente fuera de nuestra mente.

En cambio, no. Hoy se pretende que la realidad debe someterse a mi idea. Mi pensamiento individual es el origen de todo. Mi pensamiento es la ley 1. Ya no se trata de conocer la verdad de una realidad existente, sino de intentar acomodar la realidad para que convenga a nuestra voluntad y esté en nuestro poder.

Esta ‘nueva realidad’ se impone por medio del Derecho. Por ejemplo, el deseo de dos mujeres juntas, de tener un hijo, puede hacerse realidad por gracia del Derecho. Y el mismo Derecho prohíbe toda oposición. So pena de quedar excluido de la sociedad.

El Tribunal Europeo afirma ahora que la vida privada ‘es una noción amplia, no susceptible de definición exhaustiva’ (26 de marzo de 1985). De hecho, la vida privada se despliega sin límites. El individuo puede así incrementar su poder sobre su entorno (incluido su propio cuerpo).

La vida familiar ya no es una realidad natural protegida por el Estado, debido a que la integridad y la vitalidad de las familias es la condición de una sociedad sana. La familia no es algo que se base en el compromiso voluntario y estable de un hombre y una mujer. Ahora los lazos sentimentales se convierten en el elemento esencial. Solo se requiere que existan estrechos vínculos personales entre dos adultos sin importar cuál sea su sexo, o entre adultos y niños sin importar los vínculos biológicos.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos combate los ‘estereotipos’ de una concepción ‘tradicional de la familia’ (24 de febrero de 2012). En la ONU se enfrentan los Estados que promueven la diversidad ‘de las familias’ y los países ligados al mantenimiento de ‘la familia’ como ‘el elemento natural y fundamental de la sociedad’. Para los primeros es obligatorio reconocer las ‘relaciones familiares atípicas’.

Los vínculos de sangre, por ser biológicos, son considerados como vulgares. La vida privada ha perdido todo límite, y la familia ha perdido toda consistencia: ambas se han convertido en el ámbito de la subjetividad y del individualismo. De este reino del individuo emerge una nueva legitimidad y un nuevo soberano, que es la fuente de nuevos derechos.

 

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1“Mi deseo es la ley” de Grégor Puppinck, Ediciones Encuentro, Madrid 2020.

 

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