AndreyPopov Hablar de discapacidad es un tema sensible y complicado. En parte se debe a que la sociedad recibe poca o nula educación al respecto.

 

La palabra discapacidad designa la falta de algo en el cuerpo de una persona que limita su libre actividad para poder interactuar con el mundo que la rodea. Es algo biológico.

En épocas pasadas se creía que un miembro de una familia nacido con discapacidad era resultado de una maldición, la mala suerte o un castigo. El tema era tabú. A veces esta persona era escondida por temor a las habladurías.

El sentimiento que parece aflorar con facilidad ante una persona discapacitada es lástima, para ella y su familia. La lástima, en estos casos, solo limita a la persona, que tiene que luchar contra su barrera biológica y la barrera que le impone la sociedad.

La discapacidad comprende varios tipos:
Discapacidad intelectual: afecta la capacidad de aprender a niveles esperados y funcionar normalmente en la vida cotidiana (síndrome de Down, accidentes cerebrovasculares, etc.).
Discapacidad sensorial: afecta la percepción.
Discapacidad física: persona limitada en alguna de sus extremidades.
Discapacidad visual: persona no vidente.
Discapacidad auditiva: persona sorda.
Discapacidad psicosocial: disfunciones temporales o permanentes de la mente para realizar una o más actividades cotidianas; por ejemplo, autismo.

En todas ellas existen los grados leve, moderado y severo. En la actualidad se categorizan personas con autismo o trastornos de hiperactividad mediante pruebas que ofrecen un porcentaje intelectual. Pero evaluarlas por el puntaje de una prueba es limitarlas.

“En nuestra cultura se tiende a sobreproteger a una persona discapacitada y no se informa acerca de cómo potenciar lo que la persona puede hacer, y no centrarse solo en lo que hace falta”, afirma Shirley Hernández, licenciada en educación especial y parte del equipo de Paraíso Down.

Todos tenemos algo que no podemos hacer. No se nos da bien las matemáticas o no podemos dibujar o usamos lentes. Todos tenemos alguna limitante. Referirse a una persona por su discapacidad o definirla por ella es ponerle una etiqueta social. Parece que importa más lo que le falta que lo que puede hacer”, afirma Shirley.

Cómo tratara una persona con discapacidad
Nadie debería ser llamado discapacitado. Es preciso llamarlo por su nombre. Las personas no deben ser definidas por la parte biológica que viene arraigada en su ser o los sucesos que pudieron haberlo afectado. Debemos ver a la persona, no su discapacidad.

Si hablamos con una persona con discapacidad, podemos decir: María Pérez es una persona sorda o con autismo o con síndrome de Down. Esa es la forma correcta.
Hay dos extremos: personas exageradamente condescendientes y personas que prefieren ignorar a los discapacitados.

“Aquí interviene la lástima, porque automáticamente se piensa que son personas que nunca podrán hacer nada. El primer problema a veces está en el sistema de salud que se refiere a los padres con palabras duras como: a usted se le acabó la vida; ya no puede hacer nada porque debe dedicar su vida a este niño; no se preocupe porque ellos mueren rápido”.

Comentarios como estos se suman al duelo que existe en la familia debido a la discapacidad de un hijo y solo logran que las familias vivan en una constante depresión.

Las familias con hijos que sufren una discapacidad deben intentar desarrollar en ellos, habilidades que le ayudaran a ser independientes dentro de sus posibilidades. Por ejemplo, hay quienes llegan a adultos usando pañal y algunos ya no lo necesitan, pero la lástima o la idea de que no pueden hacerlo evita que intenten enseñarle.

Todos los niños deben crecer con las normas de un niño normal. Las personas con discapacidad tardarán en aprender, pero lo lograrán.

“Si trato a una persona como niño, llegará a adulto con comportamiento de niño. Es duro decir a las mamás que no tienen que permitir que estos chicos griten y golpeen; que no vean estos comportamientos como normales, como si fueran juegos. También ellos necesitan límites. Se les educa para la vida. Cada niño que nace con discapacidad tiene características propias de su discapacidad, pero también tiene personalidad, destrezas, manera de expresarse que hay que potenciar”, dice Shirley.

El aprendizaje depende del estímulo que se le da desde el momento que la familia se entera de la discapacidad. Entre más temprano comience es mejor para potenciar las habilidades que trae por naturaleza. Un chico con discapacidad puede llegar muy lejos, si se le apoya. La cultura de sobreprotección no los deja brillar.

“Trabajo con 30 chicos adultos con Síndrome de Down, de los cuales 23 podrían trabajar. He logrado colocar a cinco de ellos en puestos de trabajo. Los restantes no están colocados que por sus papás no quieren exponerlos al mundo laboral. Situaciones como estas los limita mucho. La sociedad debe estar dispuesta a ayudar. Estar seguros de que pueden moverse solos en la calle.”, enfatiza Shirley.

 

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 260 Noviembre Diciembre 2022

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