TM7 260 Soy Lilian Leonor Rodas de García. Todos me conocen como Noysi. Soy salesiana cooperadora, odontóloga, estoy casada y tengo dos hijos. A los tres años me atacó el virus de la poliomielitis a pesar de haber recibido las vacunas. Este virus ataca los nervios y afecta la parte motora.



Actualmente esta enfermedad está erradicada. Yo fui uno de los últimos casos que se registraron. En la fase aguda las personas quedan totalmente inmóviles y pueden morir. Gracias a Dios, mi caso fue moderado, pero quedé con secuelas en mis piernas.

No recuerdo nada de ese tiempo. pero he tratado de salir adelante. Mi vida empezó con incontables operaciones y terapias, una lucha diaria en casa y en el colegio. Una persona con discapacidad tiene cada día un reto. Instintivamente busco pasamanos, ramplas o parqueos apropiados.

Mis padres fueron figuras clave en la lucha por adaptarme a una vida tan normal como fuera posible. Al inicio caminaba con andaderas y aparatos hasta la cintura. Fui eliminándolos en la medida en que mi cuerpo se fue adaptando.

En el colegio tuve la bendición de encontrar personas que me cuidaban, moviendo mis aulas a la planta baja. Me involucraban en todo. De mis compañeras nunca recibí rechazos o burlas. Al contrario, siempre fui aceptada e incluida.

En la adolescencia tuve que asumir mi imposibilidad de ir a patinar o a fiestas. Eso sí, practico natación, spinning. He decidido no manejar vehículo por miedo a un accidente.

Me hubiera encantado viajar, salir, estudiar fuera del país de modo independiente. Aunque sé cuidarme sola, es imposible viajar sin acompañante.

Hubiera querido estudiar medicina, pero alguien me desaconsejó por ser una carrera muy dura para mí. Quería estudiar alguna rama de la salud. La odontología no me resultó fácil. Muchas personas, viendo mi deseo por esa carrera, me hicieron concesiones dada la limitada movilidad.

Abandoné mi primera universidad, pues carecía de la infraestructura necesaria para mí. Encontré otra que me resultaba más adecuada.

Como madre, vivo las mismas dificultades que todas las madres. Hago lo que puedo. Mi esposo es muy hogareño y nuestros hijos están asimilando esa virtud. En casa, cada quien hace lo que le corresponde y comprenden mis limitaciones.

La sociedad está asumiendo la inclusión de los discapacitados, aunque todavía falta mucho. Ha evolucionado un poco en cuanto a la inclusión de los discapacitados, pero todavía hay carencias serias: gradas inmensas, sin pasamanos, transporte inadecuado. Eso obliga a personas discapacitadas a quedarse en pequeños trabajos o carreras técnicas.

Nunca pude conseguir un empleo, a pesar de haber aplicado en muchísimos lugares. De nada valió apelar a la ley de equiparación de oportunidades. Piensan tal vez que mi incapacidad me impediría realizar un buen trabajo.

Siento que no tengo derecho a cuestionar el por qué me sucedió esto a mí. En algún momento de mi adolescencia pensé que no iba a llevar una vida normal. Aprendí a confiar en los ángeles que Dios me puso cerca. Venimos a la vida con un propósito. Quizás el mío sea demostrar que, a pesar de todo, uno puede avanzar.

 

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 260 Noviembre Diciembre 2022

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