EducarDB3 ErikaWittlieb Los seis ingredientes para educar a un ser humano (parte 5)

El autocontrol

El nombre moderno de la templanza.
El arte de cuidar de uno mismo y de los demás.


El arte de cuidarse
a sí mismo y a los demás

En un tiempo, esta cualidad humana esencial se llamaba “templanza”. Un nombre triste, que recuerda otros verbos desagradables: renunciar, mortificarse, castigar los deseos.

En realidad, la templanza significa la alegría embriagadora de ser tu propio dueño. Es el equilibrio, la sabiduría práctica, la auténtica libertad, no sobrepasar los límites sino respetarlos. Es el arte de cuidar de uno mismo y de los demás.

Es quizás la virtud más difícil en este mundo que premia la exageración. El despilfarro y el exceso han causado al planeta problemas similares a los de un individuo cuyos hábitos son excesivos y desmesurados. Los resultados tangibles son la enfermedad, el agotamiento de los recursos y la pobreza, el egocentrismo, la codicia y la división. Por el contrario, la virtud milenaria de la templanza resulta ser un baluarte contra la marea de compra, posesión y despilfarro que caracteriza a nuestras sociedades desarrolladas.

Nuestra sociedad sufre más por el exceso de comida, de correr y de alborotar que por la falta de algo vital. La templanza es una fuerza contra la avaricia, la lujuria, la gula y la pereza; yo diría que también contra la ira y el orgullo. Es como un guía sabio que silencia las voces clamorosas que reclaman todo lo que es excesivo y superfluo y es un guía fiable de los modales espirituales.

Hay un lugar donde cada vez es más urgente aprender el autocontrol: la familia.

En la familia
En la mayoría de las familias, las personas se pelean siempre por los mismos motivos, convirtiendo la vida familiar en un frágil armisticio entre peleas. Es tan fácil dejarse arrastrar por los conflictos familiares diarios. ¿Por qué? Simple, siempre es difícil amar.

El riesgo es que todo el entorno familiar acabe basándose en la ley del más fuerte. Un gran porcentaje de personas sigue convencida de que las bofetadas son un castigo aceptable.

Dicen: “Mis padres me dieron unas cuantas bofetadas y funcionó muy bien”. Las nalgadas son una forma de aliviar la frustración y la ira, enmascarando el hecho de que los padres no pueden hacer frente a la situación. Después de todo, no es difícil golpear a un niño. Es mucho más difícil explicarle las cosas...

Autocontrol para
pequeños y grandes

1. Domar la ira

He aquí algunas técnicas que le ayudarán a identificar la ira y reaccionar sin empeorar la situación.

La primera es reconocer y nombrar los sentimientos de ira, lo cual es muy útil para la alfabetización emocional. Incluso los niños entienden expresiones como “hervir de ira”, “estoy a punto de estallar”, “exploté”. Cuando el niño es consciente de que está enojado, tiene la posibilidad de hacérselo saber a los demás. A los padres les cuesta entender que la ira, de alguna manera, no puede ser reprimida por completo.


La segunda es centrarse en las causas de la ira y no en la ira. La ira es como una de esas luces intermitentes en el tablero de un automóvil que nos avisa que algo necesita atención especial. El arrebato de ira es el síntoma, no la enfermedad. Es fundamental eliminar las causas pero también actuar sobre los síntomas, sobre todo para dejar claro que la ira nunca es una solución, sino que suele empeorar la situación.

2. Detenerse

Lamentablemente, la causa más común es que la rabia se contagia como el sarampión, debido a los virus que circulan en el ambiente donde se vive. Y el nuestro es un mundo de gente enojada. Vivir en un ambiente agresivo hace que los niños se sientan vulnerables.

Perdemos los estribos y solemos estar más nerviosos cuando la familia se reúne por la noche, cansada y hambrienta. Otras causas comunes son la injusticia, la frustración, el fracaso, la vergüenza, la humillación, los sentimientos heridos.

Para detener al agresor con decisión y firmeza, es bueno establecer unas reglas estrictas:

• Usa las palabras, no las manos.

• Las primeras veces puedes ayudar a los niños con preguntas:¿Estás enojado con alguien? ¿Te sientes así porque no quieres hacer algo?, ¿por qué te han tratado injustamente? ¿Te sientes triste?

• Explica con energía los principios que quieres enseñar, aunque el niño ya los conozca: No debes pegarle a los demás. Debemos tratar a los demás de la misma manera que queremos que nos traten a nosotros.

3. Perdonar


Cuando vuelva la calma, ayuda al niño a examinar lo que ha pasado, lo que ha ido mal. ¿Cómo se puede evitar que vuelva a suceder lo mismo en el futuro? Ayúdale a comprender su propia responsabilidad y a creer en su capacidad para controlarse a sí mismo diciéndole que estás convencido de que puede hacerlo. Establezca consecuencias adecuadas a la “ofensa”, pero construye un clima de perdón: aceptar las disculpas del niño es una forma de devolverle la confianza en su “bondad”.

4. La lucha
por el autocontrol

Es una lucha; y la fuerza de voluntad es un músculo: puede fortalecerse con el ejercicio diario. Se trata por tanto de enseñar a los niños “buenos hábitos” , de esos del tipo “cuenta hasta veinte antes de enfadarte, no comas entre horas, te vas a dormir a las nueve, etc.

• Construir una arquitectura de elección. Esto depende de la “visión”: el autocontrol consiste en poder mirar más allá del hoy, para posponer, si es necesario, la gratificación instantánea para perseguir objetivos más importantes.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 254 Noviembre Diciembre 2021

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