El testimonio de Monseñor Visvaldas Kulbokas, Nuncio en Ucrania, ante la creciente tensión en el país. La invitación del prelado es a adoptar una nueva perspectiva, mirando al otro como un hermano: "La misión de la Iglesia es contribuir a la construcción de una sociedad bajo el signo de la unidad y la comprensión".
Al día siguiente de que el Papa Francisco rezara en el Ángelus para que "se hagan todos los esfuerzos por la paz" en Ucrania, donde soplan vientos de guerra, el nuncio apostólico, monseñor Visvaldas Kulbokas, relanzó el llamamiento del Pontífice e instó a no dejar en suspenso el diálogo entre las partes.
- Hace tres semanas le hicimos una entrevista, ¿qué ha cambiado desde entonces, cuál es el estado de la situación en Ucrania?
Ciertamente, la situación ya era tensa hace tres semanas, pero ahora lo es aún más. Lo que estoy notando es que entre la gente hay un nivel muy alto de preocupación, también hay miedo. Sin embargo, debo decir que, en general, los ucranianos también están mostrando una gran resistencia.
Esto se debe a que el conflicto en los territorios del este lleva ya casi ocho años, por lo que también existe cierta capacidad humana para afrontar situaciones de emergencia. El miedo es grande, la tensión es alta, sin embargo, la gente resiste bastante bien.
- No sé si ha notado que en los medios de comunicación occidentales se habla de una gran tensión en Ucrania, ¿cree que esto refleja realmente el clima en el que vive la gente?
Claro que se puede decir que la tensión es grande porque es como si se oliera la guerra, lo cual preocupa a todos. Preocupa a los que tienen hijos, a los que viven con personas mayores, a las mujeres embarazadas, pero aquí el gobierno intenta calmar a la población. Y, en mi opinión, esto también forma parte de la misión de la Iglesia católica y, en general, de las iglesias y comunidades religiosas, para infundir al menos una relativa calma incluso en situaciones de emergencia.
- ¿Cómo interpreta la Iglesia católica de Ucrania la situación actual?
Me alegró mucho escuchar tantas homilías alentadoras. Lo que se ha notado es que la oración por la paz se ha llenado de fervor estos días. Se siente la preocupación de los fieles que acuden a las parroquias, pero también se siente una profunda oración porque sabemos muy bien que la oración no es cualquier cosa, la oración tiene un enorme poder para cambiar los corazones, para cambiar el curso de la historia.
- La impresión es que el diálogo está estancado en este momento y que las partes no se escuchan...
El diálogo está encontrando obstáculos ahora. Sucede lo que ocurre en las familias cuando surge algún conflicto, que no nace en ese momento, sino que hay causas previas que dieron lugar a esos desencuentros. Este es un aspecto... Cuando el diálogo se rompe, la culpa es de muchos, en mi opinión, no sólo de algunos de los directamente implicados.
El segundo aspecto, muy positivo, es que la Iglesia redescubre la belleza de su propia vocación porque, en el diálogo político, elegir el camino de la paz significa tener mucho coraje. Por eso, cuando rezamos por la paz, rezamos también por el coraje de los políticos.
La misión de la Iglesia es mirar a todos como hermanos, así que cuando hablamos de diálogo y cuando rezamos por el diálogo, como Iglesia sabemos que tenemos la misión de iluminar el diálogo. Cuando rezo personalmente, cuando rezo por la paz, sé muy bien que en cualquier momento nuestro Señor Jesús es capaz de iluminar a uno u otro político, a uno u otro militar, y cambiar diametralmente las decisiones.
Hace falta muy poco, sólo un cambio de perspectiva, pasar de aquella que es unilateral a la que está abierta al otro, como hermanos, y las decisiones cambian.
Así que, aunque la situación sea muy tensa, muy difícil, humanamente hablando, es una forma de que la Iglesia redescubra su misión. También podemos añadir que, como comunidad de creyentes, estamos invitados a contribuir a la construcción de la sociedad, de las naciones, de los países, pero esta construcción nunca significa ir en contra de nadie, significa sobre todo construirnos a nosotros mismos, la unidad, la comprensión.
Igualmente, significa construir un mayor entendimiento entre las iglesias, porque cuanto más unidos estemos, más fuertes seremos por dentro y más capaces seremos de dar un testimonio del Evangelio a los demás.