La Pascua es paso y salvación, la Pascua es novedad y misión. Cuando el frío invierno va pasando y se sienten los aires de primavera, cuando basta un simple suéter por las mañanas para estar tranquilos y cuando el verde de las plantas y los vivos colores de las flores anuncian que Jesús ha resucitado, el Señor llama a sí al Papa Francisco. Momentos de sorpresa e incertidumbre, pero también de agradecimiento por los años en que estuvo al frente de la Iglesia.
Salimos muy temprano con otros hermanos rumbo a San Pedro para poder verlo por última vez y rezar delante de sus restos mortales por su eterno descanso. A medida que avanzábamos en el trayecto con el transporte público, más y más personas se sumaban en esta peregrinación que quería ser testigo de la última peregrinación de Francisco, su último viaje: su viaje al cielo. Muchos rostros, muchas proveniencias y muchas historias… Todo el mundo estaba en San Pedro agradeciendo al Señor por el don de este papado que había llegado a su fin, pero que había dejado una profunda huella en los corazones. El día del funeral Roma estaba paralizada. Buses que desviaban sus acostumbrados trayectos y una potencialización de los medios que llevaban al Vaticano. Ese día íbamos a despedir a un grande.
Como pudimos, logramos entrar a la plaza, pues muchos se quedaron en las calles cercanas. Profético fue el hecho de la presencia de tantos adolescentes que se encontraban en la Ciudad Eterna para vivir su jubileo y que ahora se encontraban en el funeral del Papa, pues para mí fue ver cómo la Iglesia siempre se renueva, siempre es joven, siempre es llena de vida, como la Pascua que estábamos celebrando en modo particular. Al final de la misa, mientras mostraban el ataúd al pueblo de Dios congregado ahí y que seguía la transmisión en todo el mundo, no pude evitar pensar en que, en efecto, Francisco había vivido su pascua en la gran solemnidad de la Pascua. Su paso hacia la vida eterna se asimilaba al de los israelitas que atravesaron el Mar Rojo, al paso de Jesús de la muerte a la vida.
Cónclave. Comentarios de todos los tipos y de todas las proveniencias.
El comentario más atinado que escuché lo dijo un sacerdote párroco en Roma que vino a nuestra comunidad a celebrar la misa. Dijo que, para él, el pontificado de Francisco se podía comparar con la construcción de un aeropuerto en el lugar más recóndito del planeta, un lugar al que nadie nunca se le hubiera ocurrido construir algo. Con Francisco, se demostró que era posible esa construcción. El deber del futuro Papa sería el construir la carretera para poder llegar a ese aeropuerto. Francisco nos había recordado lo esencial del cristianismo resumido en la misericordia, pero también insistió mucho en la actitud para poder hacerla presente en un mundo en el que pareciera que no existe: la esperanza.
Humo negro… Humo negro… ¡Humo blanco! ¡A correr!
Salí despepitado de la casa, pues es un viaje de al menos una hora para el Vaticano. Me caían mensajes de todos lados y yo solo esperaba poder llegar a tiempo para cuando el nuevo Papa se asomara por el balcón. Corrí por las calles buscando un lugar en el que posicionarme, y mientras corría, en el chat de la familia, vi que el famoso “habemus papam” ya había sido dicho. Me sorprendió el nombre del nuevo sucesor de Pedro: León XIV. Justo ese día había tenido la clase de Historia de la Iglesia en la que el profesor había tratado el tema de la Rerum Novarum y León XIII. Parecía que el proyecto de la carretera hacia el aeropuerto iba en serio. Me ubiqué en un lugar en el que podía ver algo del balcón y la pantalla gigante.
León XIV sale por el balcón y todo el mundo explota de una gran alegría. Mis ojos se humedecen, pues se me vienen a la mente las palabras de Jesús: “Los poderes del infierno no prevalecerán ante ella”. La insistencia de la paz, la realidad de la migración, la apertura de la Iglesia a todos y la presencia de María que el nuevo Papa mencionó me parece que marcan la dirección hacia la cual el Señor quiere que su Iglesia camine en este tiempo. La Pascua nos trajo el paso de Francisco de este mundo al cielo y nos trajo la novedad de León para su Iglesia, la misión que él le encomienda como su pastor.