Algunos gobiernos aprueban el ‘divorcio exprés’: cualquier trámite es más complicado que divorciarse. No se le ocurra a nadie irrespetar un contrato laboral o comercial. En cambio, burlar el contrato matrimonial a nadie importa. El matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer constituye la célula natural básica de la sociedad. ¿Son conscientes los gobiernos de su responsabilidad en la defensa de los valores familiares? Gastan enormes sumas de dinero en atenuar las consecuencias dolorosísimas del uso irresponsable y promiscuo de la sexualidad por parte de los ciudadanos. Pero los gobiernos no trabajan en prevenir esas consecuencias atacando las raíces.

El divorcio, el aborto, el abandono de esposas por parte de sus maridos (y el abandono de maridos por parte de sus esposas), el abandono de mujeres embarazadas y de madres solteras y el abandono de niños en la calle, son tremendos problemas sociales y humanos.

Y ¿qué hacen los gobiernos para prevenir estos males? El fortalecimiento de la familia basada en el matrimonio indisoluble es la forma de prevenir tantos sufrimientos y desórdenes. En cambio, algunos gobiernos aprueban el ‘divorcio exprés’: cualquier trámite es más complicado que divorciarse. No se le ocurra a nadie irrespetar un contrato laboral o comercial. En cambio, burlar el contrato matrimonial a nadie importa.

Nos alarmamos todos por la terrible realidad que representa en las ciudades los llamados “niños de la calle”. Pero la solución hay que buscarla no sólo en instituciones donde puedan estos niños vivir dignamente, sino en suprimir las causas que han llevado esos niños a la calle. La causa está no sólo en la pobreza, sino también en la paternidad irresponsable. ¿O acaso no han sido esos niños engendrados por un padre y una madre que tienen el sagrado deber de brindar un hogar a los hijos de sus entrañas?

Los hijos tienen el derecho de nacer y crecer en el seno de una familia fundada sobre el matrimonio, donde los padres sean también los primeros educadores de sus hijos, y éstos puedan alcanzar su plena madurez humana y espiritual.

Asusta también a los ciudadanos (y a la policía y a los gobiernos), el fenómeno de las “maras” o pandillas juveniles. Pero ¿acaso no se encuentra detrás de cada uno de esos jóvenes delincuentes un déficit de familia y de cariño familiar?

Esta problemática ha impulsado a la Iglesia y a muchos santos a trabajar por la educación de la juventud. Por ejemplo, S. Juan Bosco, ya a mediados del siglo XIX, se sintió llamado por Dios para dedicar su vida a la educación preventiva de la juventud por medio de la razón, la religión y el amor. Esta misión es cada día más actual y urgente.

Muchos jóvenes no serían luego carne de prisión y, a su vez, ellos mismos, muy probablemente, padres irresponsables, si hubieran nacido y hubieran sido criados y educados en hogares bien integrados. Los que defienden una sexualidad “liberada” de toda norma moral, son en parte responsables de estos problemas sociales y de los sufrimientos y la pobreza que originan.

Las familias basadas en el matrimonio indisoluble ofrecen la mejor esperanza contra el problema de los niños abandonados, los enfermos abandonados, y los ancianos abandonados. Si tuvieran una familia unida y estable, no estarían abandonadas tantas personas.

Lo repetimos: Las sumas de dinero que gastan los gobiernos en atenuar la pobreza y la desintegración social, se podría ahorrar si se hubiera invertido una mínima parte en prevenir la desintegración de la familia y controlar más a todos los que comercian con la morbosidad humana, lucrando con la pornografía, los vicios y el libertinaje, en nombre de “la libertad”. El comportamiento sexual ‘privado’ sí tiene consecuencias sociales y políticas. Positivas o negativas, dependiendo de la responsabilidad o irresponsabilidad de cada quién.

Estos problemas no sólo afligen a los países en vías de desarrollo, sino también a los que consideramos “desarrollados”. Suecia tiene hoy un alto porcentaje de hijos nacidos de madres solteras. No es, pues, la pobreza la única causa; y son crisis morales, para cuya solución no basta el dinero. Es una crisis de valores.

La estabilidad familiar ayuda también grandemente a salir de la pobreza. El varón vinculado establemente a una esposa y a unos hijos tiene mayor estímulo y motivación para el trabajo y el ahorro y, por lo tanto, contribuye a aumentar la riqueza de la sociedad, y no sólo el bienestar de su familia.

Cuando una gran parte de la renta nacional debe sostener (vía impuestos) madres solas, niños de la calle, cárceles, más policías en la protección contra la delincuencia, etc., a un país le resulta difícil progresar.

Los padres y madres de familia deben organizarse para resistir los intentos del Estado y de otras instituciones, de introducir modelos equivocados de educación sexual que corrompen a sus hijos y destruyen la sociedad.

 

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