pasarLargo

asaltante Los asaltantes 

El punto de partida que elige Jesús es un asalto ya consumado. No hace que nos detengamos a lamentar el hecho, no dirige nuestra mirada hacia los salteadores. Los conocemos.

Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, de la violencia utilizada con mezquinos intereses de poder, acumulación y división. La pregunta podría ser: ¿Dejaremos tirado al que está lastimado para correr cada uno a guarecerse de la violencia o a perseguir a los ladrones? ¿Será el herido la justificación de nuestras divisiones irreconciliables, de nuestras indiferencias crueles, de nuestros enfrentamientos internos? 

indiferente2 Los que pasan de largo
Hay muchas maneras de pasar de largo que se complementan: una es ensimismarse, desentenderse de los demás, ser indiferentes. Otra sería sólo mirar hacia afuera. Respecto a esta última manera de pasar de largo, en algunos países, o en ciertos sectores de estos, hay un desprecio de los pobres y de su cultura.

El sacerdote y el levita eran personas religiosas que se dedicaban a dar culto a Dios. El hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada. Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás.

Pero hay maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica apertura a Dios. «¿Desean honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecien cuando lo contemplen desnudo, ni lo honren aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonan en su frío y desnudez» (San Juan Crisóstomo) Quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes.

 

indiferente1 Los que “pasan por el camino mirando a otro lado”
Hay una triste hipocresía cuando el uso de las instituciones para el provecho personal se une a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad. El engaño del “todo está mal” es respondido con un “nadie puede arreglarlo”, “¿qué puedo hacer yo?”. De esta manera, se nutre el desencanto y la desesperanza. Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar.

 

herido El hombre herido
A veces nos sentimos como él, malheridos y tirados al costado del camino. Nos sentimos también desamparados por nuestras instituciones desarmadas y desprovistas, o dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos, de afuera y de adentro. Porque en la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado: se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos.

 

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 253 Septiembre Octubre 2021

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