Ventana vertical Somos Iglesia, comunidad de creyentes unida a Cristo, que es misericordia. Nuestro rasgo distintivo debe ser la misericordia en nuestro ser y actuar. Cada palabra y cada gesto nuestro debe expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos.



El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios. Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión.

La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Para ello elegimos con cuidado las palabras y los gestos y así superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía.

La palabra del cristiano busca hacer crecer la comunión. Incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación. Además, tienen el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades.

Las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse.
Nuestro modo de comunicar nunca expresará el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillará a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores material de desecho.

Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado, violencia, corrupción, explotación, etc., pero no podemos juzgar a las personas, porque solo Dios puede leer en profundidad sus corazones.

Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Escuchar evoca la comunicación y necesita cercanía.
La escucha nos permite dejar atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa ser capaces de compartir preguntas y dudas y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común.

No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición.
En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad.

 

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 251 Mayo Junio 2021


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