¡Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! En los días de confinamiento escuchábamos,en medio de tantas noticias negativas, algunas noticias que nos hacían respirar algo de esperanza e ilusión: la contaminación del aire ha descendido estrepitosamente, los paisajes gozan de la llegada de la primavera sin la agresión del ser humano,los animales invaden espacios que antes consideraban peligrosos para sus vidas... el planeta ha descansado. ¿Qué es el ser humano? –se pregunta un individuo en un salmo de la Biblia–. Podríamos hacernos esa pregunta en estos días en que hemos recuperado nuestros paseos por el campo y podemos ir al monte, tomar el sol en la playa, bañarnos en los ríos y correr por los jardines y bosques. ¿Qué somos? ¿Qué supone la presencia del ser humano en este planeta? ¿Un peligro? ¿Una amenaza? ¿O un cuidador prudente y respetuoso?

La existencia del Ser Humano

La espiritualidad cristiana, como señala el papa Francisco en su encíclica Laudato si’, puede aportar muchísimo a cada persona para llenar su interior de las actitudes necesarias que eviten que seamos un peligro para el planeta y la vida que lo habita. Quisiera subrayar tres: la fe, la sencillez de vida y la entrega.

Una vida interior llena de fe, de la fe cristiana, nos sitúa ante la grandeza y la belleza del Creador y su creación. La fe nos abre los ojos para ver que estamos hermanados con todo aquello que nos rodea y experimentar, como Francisco de Asís, que hay reflejos de la presencia de Dios en el hermano viento, la hermana madre tierra, la hermana agua, el hermano sol...

Una vida interior llena de la sencillez de vida que propone el evangelio nos sitúa ante lo que realmente necesitamos y nos hace ver, como en los primeros días de confinamiento, lo que no es tan importante para la vida o es puro capricho. Hemos descubierto que somos capaces de disfrutar con poco, gastando menos recursos y aprovechándose mejor.

Por último, una vida interior que no se queda en sí misma sino que se abre a lo que le rodea; que se entrega responsablemente al cuidado de la vida, tal y como hemos hecho en los días de confinamiento para proteger a los nuestros; que es capaz de arriesgar su
vida para que la vida de otros salga adelante; una vida interior así se compromete también contra la tortura animal, contra el despilfarro de recursos, contra la desertización provocada por la explotación de bosques y lucha a favor del cuidado de su propia casa, la casa de todos, nuestro planeta.

Unámonos al orante del salmo 8 que citaba antes y cultivemos nuestro interior con sus mismas actitudes a través de su oración: “¡Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que mires por él?”.

 

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