- Por Heriberto Herrera /
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Es lugar común oír hablar ahora del fenómeno del oscurecimiento de la fe, sobre todo en el mundo occidental. Esa voz de alarma que corre deja suponer que la iglesia (o las iglesias) está en su ocaso.
Talvez se trate de anuncios precipitados. Sin duda que el mundo está cambiando a una velocidad creciente. Esa profunda revolución cultural está barriendo con formas de vida a las que nos habíamos acostumbrado, incluidas las formas en que expresábamos nuestra fe.
Otras formas culturales de vivir florecen incontenibles. Algunos se escandalizan, otros se desconciertan, los más jóvenes las abrazan alegremente, a veces con poco sentido crítico.
La iglesia tiende a ser más conservadora que impetuosa. Es el peso de los siglos. Quienes se han instalado en la revolución cultural moderna miran a la iglesia como un museo de curiosas formas arcaicas, desconectadas de la vida.
Es la gigantesca tarea que debe afrontar la iglesia. Separar el oro del oropel. Redescubrir la belleza simple del Evangelio. Acompañar hacia Cristo a quien lo busca a tientas. Cultivar la fe de la comunidad con los alimentos básicos: sacramentos, liturgia y caridad.
- Por Sergio Checchi /
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Don Bosco hizo una clara y decidida opción por los jóvenes, los adolescentes, los muchachos (no precisamente los niños ni los adultos). Sintió que ese era el campo que el Señor le había asignado: la juventud, “la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana”; edad frágil, expuesta…, decisiva para el resto de la vida; decisiva para el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Desde pequeño Juan Bosco entendió que esa era su vocación: los muchachos.
En Chieri, mientras estudiaba la secundaria, formó con sus compañeros la “Sociedad de la alegría”. Joven sacerdote en su pueblo, gozaba de la compañía de los chicos. A su director espiritual, Don José Cafasso, le manifestó que “se veía rodeado de muchachos”. A su bienhechora, la marquesa de Barolo, le declaró su decisión: “Mi vida la tengo consagrada al bien de la juventud”. Años más tarde, en unas “buenas noches”, les dijo a sus muchachos: “Yo por ustedes estudio, por ustedes trabajo, por ustedes vivo, por ustedes estoy dispuesto incluso a dar mi vida. Ustedes son la razón de mi vida”.
- Por Gabriel Romero /
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El 8 de febrero comenzamos la gran aventura escolar en CEDES Don Bosco. Dos mil quinientas personas entre salesianos, profesores, personal de mantenimiento y alumnos se dieron cita para iniciar, sin exagerar, todo un mundo de propuestas educativas y pastorales.
La emoción de un nuevo año provoca ansiedad y expectativa. pero al comenzar a caminar en el horario normal parece que la corriente nos va llevando, y es una corriente no solo de actividades sino de personas. En medio brillan como joyas recién pulidas algunos chicos y chicas ilusionados por regresar a casa, al aula, a la iglesia, al patio.
Un día, después de haber concluido una actividad de bienvenida para los de nuevo ingreso, un chico se acercó a mi oficina deseoso de entablar una conversación “seria y madura”.
- Quiero ser santo – me dijo.
- Por BSCAM /
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Para un educador salesiano el “lugar educativo” del conocimiento del joven no es principalmente el test psicológico, sino el patio, donde se expresa espontáneamente. El encuentro educativo no es principalmente el formal, sino el espontáneo. El camino de crecimiento del joven está ciertamente en el respeto de las normas y en la docilidad al educador, pero mucho más que eso se encuentra en la capacidad de participar con alegría en las iniciativas y en la vida que se crean en el grupo, en el equipo, en la comunidad juvenil, donde los educadores tienen la función nada fácil de motivar, impulsar y animar, abrir espacios, favorecer la creatividad.
- Por BSCAM /
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No es posible comprender la importancia de la asistencia salesiana por el significado que el diccionario o el lenguaje actual dan a la palabra. Es un término acuñado dentro de una experiencia y repleto de significados y aplicaciones originales. La asistencia comporta un deseo de estar con los muchachos: “Aquí con ustedes me encuentro bien”. Es presencia física donde los muchachos se entretienen, intercambian experiencias o proyectan; y, al mismo tiempo, es fuerza moral con capacidad de comprensión, reanimación y estímulo; es también orientación y consejo según la necesidad de cada uno.
La asistencia alcanza el nivel de la paternidad educativa, que es más que la amistad. Es una responsabilidad afectuosa y autorizada que ofrece guía y enseñanza vital y exige disciplina y compromiso. La paternidad educativa es amor y autoridad.
- Por BSCAM /
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En el clima de familia los valores se hacen comprensibles y las exigencias aceptables. Así se traza el límite entre el autoritarismo, que corre el peligro de no influir aun obteniendo resultados formales, y la ausencia de propuestas; entre la injerencia, que no deja espacio a la libertad de expresión, y la inhibición educativa, que no se compromete a transmitir valores; entre la camaradería y la responsabilidad del adulto.
Las manifestaciones de la paternidad de Don Bosco tuvieron lugar en un contexto marcado por el carácter ejemplar de la familia patriarcal. Sus funciones servían como punto de referencia para todos los tipos de autoridad: civiles, empresariales, educativas. Entonces todo era “familiar”: la educación, la empresa, la economía. Era un axioma indiscutible que el educador debía asumir una “fisonomía paternal”.
- Por BSCAM /
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Amar a los jóvenes quiere decir aceptarlos como son, gastar tiempo con ellos, manifestar deseo y placer en compartir sus gustos y sus temas, demostrar confianza en sus capacidades, y también tolerar lo que es pasajero y ocasional, perdonar silenciosamente lo que es involuntario, fruto de espontaneidad o inmadurez. Era éste el pensamiento de Don Bosco: “Todos los jóvenes tienen sus días peligrosos, y ¡los tienen también ustedes! ¡Ay de nosotros si no nos esmeramos en ayudarlos para pasarlos aprisa y sin reproches!”
Hay una palabra, no muy usada hoy, que los salesianos conservan celosamente porque sintetiza cuanto Don Bosco adquirió y consiguió sobre la relación educativa: cariño (amorevolezza). Su fuente es la caridad, como la presenta el Evangelio, por la cual el educador descubre el proyecto de Dios en la vida de cada joven y le ayuda a tomar conciencia de él y a realizarlo con el mismo amor liberador y magnánimo con que Dios lo ha concebido. Cariño es amor sentido y expresado.