tmpatio Para un educador salesiano el “lugar educativo” del conocimiento del joven no es principalmente el test psicológico, sino el patio, donde se expresa espontáneamente. El encuentro educativo no es principalmente el formal, sino el espontáneo. El camino de crecimiento del joven está ciertamente en el respeto de las normas y en la docilidad al educador, pero mucho más que eso se encuentra en la capacidad de participar con alegría en las iniciativas y en la vida que se crean en el grupo, en el equipo, en la comunidad juvenil, donde los educadores tienen la función nada fácil de motivar, impulsar y animar, abrir espacios, favorecer la creatividad.

Las obras, que aún hoy se remontan a Don Bosco, presentan las características que él dio a sus ambientes. Esas obras tratan de responder a las necesidades de los jóvenes con un programa concreto y potencialmente integral: enseñanza, alojamiento, educación para el trabajo, tiempo libre. Agregan también a los adultos, especialmente si pertenecen a los sectores populares o están interesados en ayudar a los jóvenes. Están “abiertas” y no son excluyentes. Trabajan en red, en comunicación con las instituciones, el territorio, el pueblo y las autoridades.

Hoy se siente la urgencia de “espacios” para los jóvenes: pequeños, medios y grandes. Valga el ejemplo de las discotecas y de los grupos. Está al acecho el mal de la soledad, que está en el origen de muchas desviaciones. El análisis educativo ha dado en el blanco cuando, sin rigidez, ha hecho una distinción entre lugares institucionales, organizados para finalidades precisas, y lugares vitales, abiertos a la expresión espontánea, a la búsqueda de sentido, a los proyectos, a la creatividad: lugares de obligación y lugares de propia elección; lugares impuestos y lugares de vida. El espacio ideado por Don Bosco es una síntesis de los dos: así en el fluir de la vida cotidiana se superan las dicotomías en que se debate la educación.

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