nos urge aprender a comunicarnos La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Santiago, 3,1)

No queda claro el motivo por el que el apóstol Santiago escribió a su comunidad este texto tan duro. Es probable que algunos cristianos estuvieran sembrando veneno con sus maledicencias. Sea lo que fuere, en esa pequeña comunidad cristiana se daban lenguas perniciosas, divisivas. Su mensaje quedó válido para todos los tiempos.

La comunicación es una realidad universal. Está comprobado científicamente que tanto los seres vivos como los inanimados tienen la facultad de comunicarse entre sí. Dando por descontado, eso sí, que la comunicación verbal es uno de los muchísimos medios de comunicación, si no el mejor.

El poder de la comunicación es ambivalente: construye o destruye. De allí nace la responsabilidad sobre nuestro poder de comunicarnos. Dejando de lado los innumerables modos de una comunicación tóxica, malvada, nos interesa enfocar la reflexión sobre la comunicación constructiva.

Jesús es el maestro de la Palabra. Su mensaje es “evangelio”, buena noticia. Por eso lo escuchaban las multitudes. Despertaba horizontes de vida novedosos. Su clásico discurso sobre las bienaventuranzas es, en primer lugar, su propio perfil, que luego propone a todo ser humano. El gran Mahatma Gandi, sin ser cristiano, supo encarnar esa entusiasmante propuesta de vida.

Nos urge aprender a comunicarnos. Que sepamos manejar el don de la palabra como el arte de construir relaciones sanas. Que disciplinamos nuestras emociones para fomentar en nuestro entorno la alegría de vivir.

Nosotros los salesianos tenemos un espejo en que inspirarnos: san Juan Bosco. Un comunicador sagaz que asumió cuanto recurso estaba a su alcance para enriquecer la existencia de millares de jóvenes y no tan jóvenes: la palabra, su sonrisa, la música, el juego, la oración festiva, el optimismo contagioso, sus proyectos audaces.

Vale la pena someternos a la disciplina que las ciencias de la comunicación nos ofrecen para crecer en la habilidad de una comunicación vital.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Tema del mes

Suscríbete a nuestro boletín electrónico y mantente informado de nuestras publicaciones

Suscribirse

Compartir