ira256 La bestia negra de la ira circula entre nosotros...
fuera y dentro de nosotros.


Quizá sea porque vivimos apurados, estresados por el tráfico, por el trabajo, por un gol fallado... pero qué rápido perdemos los nervios, qué rápido nos “cabreamos”.

Nos quejamos a la primera de cambio. De forma exagerada y desproporcionada. Es la rabia que sale de dentro, desbordándose y arruinando nuestras relaciones cotidianas: en casa, en el trabajo, en el estadio, en la calle, en la cola, en la política....

Para los antiguos, la ira era una “breve locura”, una “demencia momentánea”. De hecho, según Aristóteles, “enfadarse es fácil, todo el mundo es capaz de hacerlo, pero no es en absoluto fácil, y sobre todo no es para todo el mundo enfadarse con la persona adecuada, en la medida adecuada, de la manera adecuada, en el momento adecuado y por la causa adecuada”.

Si las palabras tienen un significado, a veces es correcto “enfadarse”, pero sin exagerar. “Indignarse” ante la injusticia, ante la violencia perpetrada contra los inocentes o ante la falsedad e hipocresía de tantos comportamientos privados y públicos no solo es un derecho, sino también un deber para quienes tienen una conciencia moral.

Reacciones desproporcionadas
Sin embargo, otra cosa es cuando uno se enfrenta a reacciones desproporcionadas ante trivialidades. Un comentario ingenioso o un pequeño percance pueden desencadenar un frenesí en algunas personas. Todos conocemos a estas personas. Tal vez nosotros mismos seamos así.

¿Qué tipo de hombre -y qué tipo de mujer- es un colérico? Una persona intransigente y engreída que siempre tiene algo que decir o reprochar a los demás. Nunca a sí mismo, porque está convencido de su propia superioridad. Se enfada por nada. Pero el estallido de ira revela a una persona psicológicamente frágil. Tiene un inmenso miedo a no ser aceptado y considerado. La desobediencia o la disidencia la hacen caer en picado.

Muchos padres y educadores se encuentran en esta situación. Pierden los nervios por la desobediencia de su hijo o alumno. Se desencadena en ellos un sentimiento de inseguridad: no se les toma en serio. Entonces, ¿cómo pueden reafirmar su autoridad e importancia? Gritando, insultando, humillando... y a veces pegando. El propulsor de la ira es el miedo. Miedo a no ser lo suficientemente importante para los demás.

Quizás aquí encontremos la clave de muchos conflictos familiares, educativos y de otro tipo. Las situaciones de frustración emocional, las relaciones difíciles y poco gratificantes se viven como una especie de injusticia contra la que rebelarse, con ira. “Enfadarse con todo el mundo” -como se dice- es revelador de la inmadurez propia de la infancia cuando, para hacerse notar e imponerse, se hacen berrinches y se pisan los pies con gritos atroces.

Las razones de la ira
La ira que presenciamos no siempre se expresa de la misma manera. Hay quienes, por ejemplo, se encienden como una cerilla cuando se les adelanta. Tal vez empiecen a perseguir y luego a insultar, gesticular y a veces incluso a golpear. Es el llamado enfado “rojo”, quizás por el color morado de la cara enfadada. Se desencadena cuando uno se siente “injustamente atacado”. En el semáforo, en una cola demasiado larga, en una partida de cartas de “mala suerte”: el estallido de ira es la autodefensa de la propia autoestima.

Hay gente que aparentemente es más comedida. Saben cómo contenerse. En realidad, son los más peligrosos. Guardan en su interior una lividez y una rabia que no espera más que una buena ocasión para atacar. Es la ira amarga y vengativa de los taimados y traidores, que sólo esperan el momento oportuno para hacerles pagar. El objeto de esa ira será el compañero de trabajo que obstaculiza su carrera. Será el vecino cuyo perro orina en el coche aparcado al lado de la casa...

¿Contra quién?
¿Sólo nos enfadamos con los demás? A veces incluso nos desquitamos con las cosas. Es el colmo de la estupidez. Cuando la máquina de refrescos te roba el cambio, ocurre que alguien «castiga» a la máquina «ladrona» ¡¡¡pateándola!!!

También nos culpamos a nosotros mismos. Algunos errores son simplemente indigeribles. Sólo con recordarlos se te va la cabeza. Es el tormento de la presunta pérdida de estima e imagen: ¿qué pensarán los demás de mí? Y luego se juran a sí mismos.

Uno también puede desquitarse con Dios. A menudo se trata de una sensación de abandono y decepción por no sentirse escuchado y ayudado en un momento de gran dificultad.

La visión general de la ira
El panorama de la ira es muy amplio. Descargamos nuestra ira de muchas otras maneras. El chisme, como se dice, ¿qué otra cosa es sino un enfado “habitual” y “continuo” con alguien que nos desagrada? O bien, encontrar un chivo expiatorio para una situación embarazosa es también una forma de dar rienda suelta a la propia ira. Este enfado también se descarga cubriendo al colega o familiar molesto con indiferencia. Es como si no existiera. Es una ira reprimida, “enfriada”.

¿Remedios contra la ira? El más inmediato y también el más difícil: huir de la tiranía de lo urgente y de la ansiedad de última hora: en el trabajo, en la familia, con los amigos... Un poco de relajación y de silencio ayudan a encontrarse a sí mismo y también a comprobar la causa de tantos de nuestros enfados, a menudo injustificados. Tener a alguien en quien confiar tus dificultades y temores no solo es útil sino necesario. Sobre todo, empieza el día con un momento de oración fijando la mirada en el crucifijo: así podrás perdonar y mirar la vida con una mirada más realista y madura.
 
TED charla

Cómo amigarse con el enojo
Maritchu Seitún de Chas,

TEDxCordoba
https://bit.ly/3Bik5Je

 

podcast IRa

Episodio de podcast

La emoción de ira

Charlamos sobre la emoción de ira. ¿Por qué surge?
¿Para qué sirve?
¿Por qué tiene “mala fama”?
https://spoti.fi/3oKK8Us



Compartir