tonnita“Si no hubiera conocido a los salesianos,
seguramente sería una persona amargada”

Antonia Flores Henríquez a sus 58 años vive todos sus domingos en el oratorio Domingo Savio de la parroquia María Auxiliadora en El Salvador. Originaria del lugar llamado Tenancingo, conoció a los salesianos por el sacerdote Napoleón Mejía. “Cuando él llegaba de vacaciones, llevaba a los niños dulces y medallitas, y nos hablaba de mamá Margarita. Para nosotros era una gran emoción sus visitas”, recuerda. 

Fue catequista en su pueblo, pero después se alejó un poco de la Iglesia. A los 22 años se mudó a trabajar a la capital.

“Yo era de misa de domingo y nada más. Ya tenía a mis dos hijos, así que siempre tenía el pretexto de que no tenía tiempo. Venía a misa a la parroquia María Auxiliadora porque mis hijos crecieron en los grupos juveniles salesianos”.

perfil-3Vilma lleva 33 años de trabajar en la sección de primaria del Colegio Don Bosco, de Guatemala capital. En realidad, desde su niñez ha estado marcada por el influjo de Don Bosco, ya que este santo ha formado parte de la tradición familiar. Sus papás y sus tres hermanos han tenido a Don Bosco como miembro de la familia. Su hija estudia en el Colegio María Auxiliadora.

 

Son muchos los salesianos que ha conocido en sus largos años de trabajo educativo salesiano. Pero quien le ha impresionado más ha sido el joven salesiano Saúl Dighero, quien, siendo seminarista salesiano en ese colegio, murió en un accidente automovilístico. Vilma admiró su actividad incansable y su entrega total a los jóvenes. Su sonrisa constante infundía confianza y valor. Esa sonrisa la lleva en el alma, sobre todo por la intensidad que reflejaba un día antes de morir.

Hno. Murillo San Salvador, septiembre 2014.- El hermano Salesiano Fernando Murillo Huertas nació en San Vicente de Moravia, Costa Rica en el año 1926.

Marirosa. Marirosa, y yo tenemos una amistad desde el Colegio María Auxiliadora de Guatemala. Por los años 1966.  Siempre nos quisimos mucho, compartimos momentos felices en nuestra juventud.

 

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Manuela es una joven doctora que ha llegado desde Italia a Petén en Guatemala para ofrecer su servicio profesional a los humildes habitantes de San Benito, donde tres salesianos atienden una parroquia. Ha absorbido muy bien el choc cultural y se ha ganado el corazón de sus nuevos amigos. Ella narra su experiencia inicial.

Vivir con esta gente me está sometiendo a una dura prueba. Experimento emociones fuertes y a veces contrastantes. En este lugar la escala de valores es muy diferente a la nuestra. Estoy haciendo un gran esfuerzo para entender el porqué de ciertos comportamientos que aquí se consideran normales.

En primer lugar, las cosas positivas. Un gran valor que estoy descubriendo aquí y que en Italia lo hemos ido perdiendo es la acogida. Acoger no es aquí solo dar hospitalidad, sino hacerse cargo de todos los problemas y exigencias de la persona. Estoy hospedada en una familia de la parroquia, una pareja con dos niños bellísimos de 13 y 11 años. 

Ellos hacen la limpieza de mi cuarto, lavan mi ropa, me preparan desayuno, almuerzo y cena, me acompañan dondequiera y a cualquier hora. Me pagaron la entrada a Tikal, así como un guía en italiano, y la entrada al cine de la ciudad. Mi familia, cuando lo supo, me regañó, pues les parecía que me estaba aprovechando de ellos. 

Morales-ErnaldoEn la culminación de mis cincuenta años de vida sacerdotal me siento privilegiado con el Señor. Considero una gracia especial del Señor haber perseverado hasta ahora: 50 años de sacerdote, 60 años de salesiano y  80 años de vida.

Es el Señor quien toma la iniciativa para que seamos sus colaboradores y estemos con él. Las palabras de Jesús me lo recuerdan: No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto.

La vida del sacerdote es azarosa y exigente. En mí se ha cumplió lo que Mamá Margarita pronosticaba a Don Bosco: Acuérdate, Juan, que comenzar a decir misa es comenzar a sufrir. En mi preparación al sacerdocio y después de la ordenación sacerdotal no han faltado tropiezos y sufrimientos. El Señor lo ha permitido para fortalecer mi vocación y perseverar en ella.

Vengo de una familia cristiana normal. El Señor nos ha bendecido con una familia grande: once hijos, de los cuales quedamos siete, dos somos sacerdotes salesianos. Mi hermano Enrique está cumpliendo 46 años de sacerdocio.

José Enrique Leiva Alpízar y familia. Soy José Enrique Leiva Alpízar, tengo 27 años. Soy el mayor de cuatro hermanos, fruto de un matrimonio de casi treinta años de unión sacramental.