“Es bueno que los padres tengan un plan para el niño, ideas sobre su desarrollo y le muestren caminos”.

La pedagogía del bonsái, aunque puede parecer eficiente a corto plazo, resulta ser una enfermedad educativa que priva a los jóvenes de su verdadero potencial. "Educar" significa "sacar a la luz", "despertar" al hombre oculto en cada niño que nace. ¡sólo quien ha emergido, sólo quien ha tenido la experiencia de crecer en sí mismo puede hacer emerger a una persona! ¡Puede hacer crecer solo quien ha crecido!

Los que son bonsáis nunca podrán hacer surgir secuoyas (las secuoyas son las plantas más altas de la tierra).

"Recuerdo que desde muy pequeño -y durante toda mi infancia y adolescencia- mis padres, para darme la máxima libertad, nunca me dijeron tienes que hacer esto o aquello, esto está bien y esto está mal…Tenía que ser libre para elegir y decidir sobre todo sin "interferencias" de los adultos... Sólo tenía que hacer lo que me gustaba y no preocuparme por lo que quisieran los demás.

 

Hora de madurar

El mensaje que queremos enviar es una súplica: "Padres, por favor, ¡maduren!". Nuestros hijos necesitan llenar sus ojos de adultos claros y bien definidos. Necesitan padres y madres que actúen como padres, no como amigos. La alarma es tan urgente que está sonando desde todos los frentes.

La escritora Elena Loewenthal nos advierte: "Nuestros pobres adolescentes, ya confundidos por sus propios asuntos, podrían sufrir daños irreparables al enfrentarse a adultos malcriados y resistentes al crecimiento, y más aún si son sus propios padres". Así que, mamás y papás burbujeantes, destierren la monotonía de la juventud forzada. Por fin ha llegado el momento de madurar".

Antonio Mazzi nos manda decir que "el eslabón débil de nuestra sociedad son los cuarentones, no los quinceañeros. La fragilidad de los cuarentones es espantosamente patológica: ¡hombres grandes, pero pequeños; poderosos, pero frágiles; ricos, pero vacíos; siempre amantes, nunca maridos!". En la misma onda que Loewenthal y Mazzi está el pedagogo estadounidense Charles Galea, experto en la rehabilitación de chicos difíciles en los reformatorios de Estados Unidos: "¡Si tienes 40 años, no actúes como si tuvieras 16! Tus hijos quieren a alguien a quien respetar. Puede que no tengan el valor de decírtelo, pero no tienen ninguna duda: '¡Compórtate como los padres, no como los compañeros!".

La pedagoga Anna Oliverio Ferraris escribe: "Debemos ser capaces de dar al niño en crecimiento derechos y poderes (de expresión, de reunión, de participación); enseñarle a defenderse (comportándose con firmeza); enseñarle a elegir, lo que, por supuesto, implica que tenga la información y las competencias necesarias".

 

Tener un proyecto

Una de las últimas encuestas, en la que participaron 635 jóvenes de entre 14 y 19 años, lo dice todo. A la pregunta: "¿Qué actitud de tus padres te molesta más?", la respuesta más popular (29%) fue: "¡Que sean nuestros amigos a toda costa!"; seguida de la incomunicación (23%) y el miedo maníaco a todo y a todos. La victoria sobre el microcrecimiento es posible si nos liberamos de la idea de que ¡sólo la juventud es vida! Esto es la "juventud", "el ídolo posmoderno más poderoso y más perverso" (Armando Matteo). La juventud es querer ser joven a toda costa, incluso cuando se ha llegado a la época en que se ponen los dientes en el vaso antes de acostarse. Juventud es recurrir a intervenciones cosméticas con la ilusión de detener el reloj biológico. La victoria sobre el "raquitismo" pedagógico sólo es posible si nos libramos de los restos infantiles y adolescentes que quedan en nosotros.

Es bueno que los padres tengan un plan para el niño, ideas sobre su desarrollo y le muestren caminos. Es difícil que una persona en crecimiento, que aún sabe poco del mundo que le rodea, se construya como individuo autónomo si nadie hace planes para él, si nadie le da indicaciones o le señala posibilidades o le muestra estrategias de comportamiento.

La pedagogía ha sido escrita y distribuida en millones de ejemplares y en todos los idiomas. Sin embargo, la humanidad permanece inmóvil. ¿Qué espera? Espera a hombres de acción, no solo de palabras, hombres exitosos: personalidades de gran talla. Solo entonces se moverá.

 

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