Entre las principales enfermedades de la educación, la afasia ocupa los primeros lugares. La afasia, es decir, la dificultad o incapacidad de hablar, corta de raíz la posibilidad misma de educar.
La palabra es esencial en la educación por tres motivos:
Primero: porque las palabras construyen la primera imagen que el niño tiene de sí mismo. Si le dices constantemente que es malo o feo, se lo creerá. Por el contrario, si le dices: "¡Eres un niño increíble, harás cosas maravillosas!”, empezará a convencerse de que tiene muchas oportunidades y comenzará su vida con el pie derecho.
Segundo: la palabra es clave porque transmite pensamientos, sentimientos y valores. Las palabras son el alimento psicológico más rico que existe. Hay una gran diferencia entre un joven que solo escucha “comer, beber, vestirse” y otro que también escucha “deber, paz, justicia, respeto, compromiso, Dios”. El primero pensará que en la vida solo se trata de crecer físicamente, mientras que el segundo entenderá que se trata de crecer como persona. ¡Qué poder tienen las palabras!
Tercero: las palabras tienen una importancia crucial porque pueden convencer. Las armas pueden vencer, pero las palabras convencen, la convicción es el corazón de la educación. Un joven realmente convencido de que las drogas son una forma de autodestrucción, evitará caer en esa trampa mortal. En resumen, la educación es, en gran parte, una palabra compartida.
La solución a esta enfermedad comienza con las cinco pilares del arte de hablar:
1. Hablar desde el principio
En la religión musulmana existe una hermosa y original tradición: cuando el bebé nace, el padre lo toma en brazos y, con tono suave y cariñoso, le susurra en el opido derecho una oración que dice: "¡Dios es grande! Confieso que no hay Dios más que Dios”.
Hay que hablarle al bebé desde el primer momento. La famosa psicoanalista francesa Françoise Dolto decía: "Lo que los padres no saben es que, desde el nacimiento, el bebé es un ser de lenguaje. Así que, apenas nazca, démosle la bienvenida. Digámosle: ¡Te estabamos esperando! ¡Estamos felices de que hayas llegado! ¡Siempre te amaremos! ¡Vive!”.
2. Hablar de manera positiva
Un buen educador nunca usa palabras que invaliden a los demás, como “¡Eres un desastre!” o “¿Cómo pudimos tener un hijo así?”. Estas son palabras hirientes que deben reemplazarse por frases cariñosas como: "Nos encantas", "Estamos orgullosos de ti!”, “Eres muy especial para nosotros". Estas son palabras que tienen un impacto psicológico positivo enorme. La psicóloga Simona Gaia lo afirma claramente: "Las palabras son el único antidoto contra el diluvio de imágenes que amenaza con paralizarnos. Las palabras positivas son la vitamina C indispensable para nuestros hijos y para nuestro futuro”.
3. Hablar con amplitud
Los niños quieren escuchar el océano, no cucharaditas de agua. Por eso, el arte de hablar nos invita a no quedarnos en simples “ok” o respuestas cortas, sino a construir frases completas, y también nos recuerda no evitar las palabras incómodas como "sacrificio", “esfuerzo”, “renuncia” y “dolor”.
4. Hablar de la manera correcta
Los jóvenes tienen una sensibilidad muy alta hacia la forma en que se les habla. Ningún joven aceptará estos cuatro estilos de comunicación incorrectos:
• Gritar: "¡Es así porque lo digo yo!"
• Despreciar: "¿Cómo es que siempre tienes la cabeza en las nubes?!
• Generalizar: "Siempre haces las cosas mal, nunca haces nada bien".
• Sermonear: Los adolescentes buscan consejo en personas que les hablan con calma y razonamiento. Si los padres aprenden a expresar sus ideas con tranquilidad, los jóvenes estarán más dispuestos a escucharlos.
5. Hablar escuchando
Saber escuchar es el primer deber del amor. Escuchar no es solo un derecho de los padres, sino también un deber. Si escuchamos a los jóvenes, descubriríamos que tienen muchas cosas interesantes que decir.
Los hijos admiran y aman a sus padres, y si ven que están siempre cansados, de mal humor o estresados, seguramente ellos se comportarán de la misma manera. Los padres preocupados por el comportamiento de sus hijos deberían comenzar por revisar su propio comportamiento. La mejor manera de cuidar a los hijos es cuidarse a sí mismos.
Si muestras interés genuino en las opiniones de tus hijos, es probable que ellos también te pidan la tuya.
"Las palabras positivas son la vitamina C indispensable para nuestros hijos y nuestro futuro."