Personas que, desde la oración y tocadas por el evangelio, viven de otra manera Admiro a las personas cuya vida interior refleja una profunda relación con Dios. Son personas que han hecho de la oración una costumbre y que su forma de estar y vivir en el mundo consiste en contemplar lo que les rodea con la mirada de Dios, en tomar decisiones desde el evangelio y en no alejarse de las situaciones cotidianas, porque es ahí donde se vive, se ríe, se llora, se ama, se peca, se trabaja y se reza.

A estas personas solemos llamarlas “espirituales”, “profundas”, “intensas” y corremos el riesgo de pensar que viven aisladas del mundo y de las preocupaciones de la vida cotidiana. ¡Al contrario! Ni la espiritualidad, ni la oración cristiana son vías de escape del mundo y la vida que nos toca vivir.

Las personas espirituales viven intensamente, aman profundamente y sirven apasionadamente en las fábricas, los colegios, oficinas o carreteras.

Mujeres como Santa Teresa de Calcuta y Santa Teresa de Jesús son dos ejemplos de vidas profundamente espirituales. La de Calcuta no estaba todo el día atendiendo y cuidando enfermos pobres, sino que comenzaba el día con un tiempo largo de oración y meditación antes de recorrer las calles de Calcuta. Tampoco la de Ávila estaba todo el día encerrada en su cuarto o en la iglesia del convento rezando, sino que se dedicaba a las tareas domésticas y atendía a personas necesitadas de consejo, entre otras muchas actividades.

Contemplar a estas dos mujeres me anima a tratar de vivir así mi relación con Dios. Ellas pueden enseñarnos lo que es ser “personas espirituales”: personas que, desde la oración y tocadas por el evangelio de Jesús, viven de otra manera.

Personas que cuando abren los ojos, agradecen la belleza que nos rodea, porque la consideran regalo de Dios y se comprometen a cuidarla; personas que miran a las personas que están a su lado como hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas nuestras, y las tratan como tales; personas que entienden su trabajo como una manera de colaborar con la obra del espíritu en la historia y en el mundo, tratando de ampliar el reinado del amor de Dios; personas que, empujadas por el evangelio, denuncian injusticias y practican la justicia; personas que se equivocan y pecan, pero tan humildes que lo reconocen y piden perdón; personas que lloran con los que lloran y ríen con los que ríen, educadas, honestas, transparentes, humildes. personas espirituales, personas humanas, mujeres y hombres de Dios.

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica

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