Actualmente las familias cuentan con bastante tiempo para convivir en ese espacio físico – que puede ser grande o pequeño, acogedor o incómodo, pacífico o violento – pero que llaman su hogar.
Lo anterior, no ha sido por elección propia, sino que han debido hacerlo por la crisis generada por el brote de Coronavirus, donde sin mucha opción, adultos y niños han debido permanecer en casa la mayor parte del tiempo. Esta época, debe verse como una oportunidad para reflexionar sobre la influencia de la familia en la formación de la niñez, ya que es precisamente del seno familiar de donde se espera que salgan adultos equilibrados y con buenas relaciones interpersonales.
Pero la realidad actual también nos invita a preguntarnos sobre ¿qué está pasando al interior de las familias? ya que están ocurriendo conflictos frecuentemente y, aunque en estos últimos días se han incrementado las discusiones de pareja, discusiones entre padres e hijos, entre hermanos o entre otros miembros de la familia; éstos no son en su totalidad resultado de la crisis, aunque según los expertos, el confinamiento tiene buen porcentaje de culpa.
Parte de la respuesta a la pregunta anterior, la encontramos en lo que ya se ha mencionado bastante: la familia está descuidando la transmisión de valores; y es que para enseñar valores no hay una receta mágica que se pueda seguir y que garantice el éxito si se sigue paso a paso. La única manera efectiva de enseñar valores, es la de practicarlos y transmitirlos por medio del ejemplo. Asimismo, ser congruentes con nuestras palabras y nuestras acciones también ayuda para este propósito. Pero lo que interesa destacar es que, aunque en tiempos de crisis los niveles de estrés, ansiedad e incertidumbres aumentan y dificultan la convivencia, todavía se puede practicar valores a pesar de todo, ya que lo fundamental debe permanecer a pesar de las circunstancias difíciles.
En esta ocasión, proponemos la práctica de tres valores más dentro del seno familiar, para hacer de este tiempo de cuarentena un poco más tolerable. Los valores son la solidaridad, la corresponsabilidad y la justicia.
La solidaridad: ser solidario consiste en brindar ayuda a quien la necesita, la práctica de este valor nos invita a ir más allá de nosotros y preocuparnos por los demás, a reconocer las necesidades de quienes tenemos cerca, pero también a actuar, para brindar apoyo a los que lo necesitan. Si vemos a nuestro alrededor, veremos que siempre hay alguien que necesita nuestra ayuda, que puede estar dentro de casa o fuera de ella, y este tiempo de crisis es buen momento para practicar este valor, por ejemplo:
● Compartiendo lo que tenemos con aquellos vecinos que han perdido el trabajo;
● Siendo empáticos con los demás; en lugar de criticar a quienes deben salir de casa, como las personas que salen a vender sus productos, mejor tratemos de comprarles, ya que si salen, es porque lo necesitan, es su fuente de ingresos.
● Fomentando el trabajo en equipo en las tareas de casa, para terminarlas más rápido.
● Educando a la niñez para que se alegren por los logros de los otros y enseñándoles que pueden colaborar para la obtención de los mismos.
La corresponsabilidad, que es compartir responsabilidades con otras personas, se puede practicar de la siguiente manera:
● Cuando papá y mamá comparten la educación de los hijos, cuando ambos están igual de implicados.
● Cuando se deja de lado la idea de que hay actividades de hombres y actividades de mujeres; dentro de un hogar, todos somos responsables de que las cosas funcionen, por lo tanto, las tareas domésticas deben estar repartidas de forma igualitaria.
● Potenciar las capacidades de los hijos independientemente de si son niñas o niños, donde se den las mismas posibilidades para aprender, experimentar y soñar.
El valor de la justicia es un poco más complejo, pudiéndose definir como la constante y firme voluntad de dar al otro lo que se le debe dar, lo que le pertenece; poniéndolo en el contexto del hogar, para llevarlo a la práctica dentro de la familia, deben practicarse la coherencia que es actuar acorde a lo que se piensa y la equidad que es darle a cada quien lo que necesita.
Para finalizar, cabe mencionar que si los valores son adquiridos en edades tempranas, éstos quedan casi siempre más arraigados en la estructura de la personalidad, lo cual hace más difícil su cambio. De ahí la importancia de que la educación primera sea lo más adecuada posible para cumplir con el propósito de brindar adultos equilibrados a una sociedad que necesita de manera urgente un cambio positivo y que mejor momento para retomar todos estos valores, que ahora que estamos juntos en casa.
Por Ada Guardado
Psicóloga del Centro de Atención Integral a la Familia – CAIF – de FUSALMO
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