- Por Bruno Ferrero /
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Una divertida viñeta humorística representa a mamá puercoespín
dándole unas palmadas en la cola a su nene:
Créeme, le dice con lágrimas en su rostro, me duele más que a ti.
No te esfuerces por hacer que la disciplina familiar sea más flexible que cuando te educaron. Ser una madre o padre modernos no significa renunciar a educar a tu hijo. La disciplina es la segunda “cosa”, en orden de importancia, que le debes, después del amor. Etimológicamente, “disciplina” significa “enseñanza” (¡nada que ver con castigos y penitencias!), y sus elementos esenciales son intuitivamente simples.
Cualquier enseñante sabe que, para enseñar algo a sus alumnos, debe provocarles el gusto de aprender. Cuando un “experimento científico” en el aula los deja maravillados, sorprendidos y con ganas de repetirlo en su casa, el maestro sabe que conquistó su objetivo; los chicos aprendieron…Nadie adquiere algo que no le provoque placer. Los niños tampoco. Por eso, en su esfuerzo por conquistar la benevolencia paterna, se esfuerza en agradarles. Y a la inversa: si después de una mala acción recibe una mirada severa, esta basta para provocarle sensación de pérdida de su amor. Y con esto basta para aprender. Cada una de las demostraciones de amor y cariño a tu chiquito, son la primera dosis de disciplina que él aprende.
- Por Bruno Ferrero /
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Los jóvenes saben que hay técnicas para “conquistar” a una persona: tienen que ser amables, atentos, corteses. No se trata de seducir o de engañar. Se trata de demostrar a la otra persona qué única e importante es para nosotros. ¿Por qué no hacer lo mismo con los hijos? Creo que es algo muy necesario, especialmente con los hijos adolescentes.
Espera, papá, espera.
El padre había aprendido que muchos conflictos que se tienen con los hijos se solucionan más fácilmente en una pizzería. Durante el año, había llevado varias veces, fuera de casa, a su hija mayor, para tener una especie de “encuentros padre-hija”. Y había decidido hacer lo mismo también con su hija menor.
- Por Bruno Ferrero /
- 1836
Todos los padres y madres saben que deben ofrecer a sus hijos e hijas principios claros, precisos, que sirvan para triunfar en la vida. Son puntos de referencia, seguridades, una brújula. Aunque hoy se hace difícil la transmisión de los valores de una generación a otra, un hijo que oye a sus padres insistir sobre estos puntos les estará agradecido porque comprenderá el esfuerzo espiritual y ético que han realizado para orientarlo en el mundo.
Es un regalo de un poco de inmortalidad que quedará impreso e infundirá energía. De ese modo, cuando desaparezca un padre, estará siempre presente. He aquí algún ejemplo.
La confianza en sí mismo, el sentido de identidad. Nuestro hijo o hija ha de tomar en sus manos el timón de su vida y escoger la ruta. Esta vida es su única posibilidad aquí abajo: no debe copiarla de otros, ni llorar por lo que no tiene. Necesita una meta y saber que puede llegar a ella y que encontrará en sí mismo la fuerza para hacerlo.
- Por Bruno Ferrero /
- 1813
Dos gorriones tomaban el sol beatíficamente en el mismo olivo. Uno, acomodado en lo alto del olivo; el otro, más abajo, en la bifurcación de dos ramas. Después de un rato, el gorrión que estaba arriba, como para romper el hielo, dijo: “¡Qué bonitas son estas hojas verdes!”.
El que estaba abajo lo tomó como una provocación. Y respondió de forma áspera: “¿Pero estás ciego? ¿No ves que son blancas?”. El de arriba, despechado, le soltó: “¡El ciego eres tú! ¡Son verdes!”. Y el otro, desde abajo, con el pico en alto, espetó: “¡Son blancas! No entiendes ni pío. ¡Estás loco!”.
El gorrión de arriba sintió que le hervía la sangre y, sin pensarlo dos veces, se lanzó sobre el adversario para darle una lección. El otro no se movió. Cuando estuvieron cerca, uno frente al otro, con las plumas del cuello enhiestas por la ira y antes de comenzar el duelo, tuvieron la sensatez de mirar en la misma dirección hacia arriba.
Al pajarito que venía de allí se le escapó un “¡Oh!” de asombro: “¡Es verdad! ¡Son blancas!”. Entonces le dijo a su amigo: “¿Por qué no vienes arriba donde estaba yo antes?”. Volaron a la rama más alta y esta vez dijeron los dos juntos: “Son verdes”.
Muchos sufrimientos de los seres humanos, grandes y pequeños, los provoca eso que llamamos “incomprensión”. La comprensión es, ante todo, una actitud mental, un fruto de la voluntad, una de las voces más significativas del verbo amar.
- Por Bruno Ferrero /
- 1139
Educar en el sentido de confianza en sí mismo y en los otros es una de las dimensiones fundamentales que se deben transmitir a los hijos e hijas. No es sencillo, porque muchos padres y madres caen fácilmente en el error de la sobreprotección.
Una madre sobreprotectora es una madre aterrorizada: tiene miedo de que pueda sucederle algo a sus hijos, si los pierde de vista. Intenta protegerlos de los peligros, cosa natural y normal. Pero se excede: ve aparecer peligros potenciales por todas partes. El deseo maternal de proteger a los niños de todo posible daño puede tener un efecto negativo: hacer que se mantengan débiles y dependientes.
El segundo motivo que se esconde detrás de una protección excesiva es la duda profunda que experimentan algunos padres sobre si ellos mismos tienen la capacidad de afrontar los problemas; quienes sienten el peso de esa duda en sus propias vidas, desconfían de la capacidad que tienen sus hijos para cuidar de sí mismos.
- Por Bruno Ferrero /
- 2020
Educar en el sentido de confianza en sí mismo y en los otros es una de las dimensiones fundamentales que se deben transmitir a los hijos e hijas. No es sencillo, porque muchos padres y madres caen fácilmente en el error de la sobreprotección.
Una madre sobreprotectora es una madre aterrorizada: tiene miedo de que pueda sucederle algo a sus hijos, si los pierde de vista. Intenta protegerlos de los peligros, cosa natural y normal. Pero se excede: ve aparecer peligros potenciales por todas partes. El deseo maternal de proteger a los niños de todo posible daño puede tener un efecto negativo: hacer que se mantengan débiles y dependientes.
El segundo motivo que se esconde detrás de una protección excesiva es la duda profunda que experimentan algunos padres sobre si ellos mismos tienen la capacidad de afrontar los problemas; quienes sienten el peso de esa duda en sus propias vidas, desconfían de la capacidad que tienen sus hijos para cuidar de sí mismos.
- Por Bruno Ferrero /
- 2501
Una investigación ha llegado a determinar que la persona común escucha durante 17 segundos antes de interrumpir y tomar la palabra. Esta práctica puede ser calificada como escucha egocéntrica, y no favorece una conversación constructiva. En cambio, la verdadera escucha genera un clima positivo, que estimula a tu interlocutor a escuchar lo que tú quieres decirle.
El encanto irresistible de Don Bosco provenía también de su capacidad de escuchar. Por eso, gozaba de la confianza de todo aquel con quien se encontraba.
Catorce Sencillos Consejos
Escucha con los ojos.
Presta atención exclusiva a la persona con la que estás hablando: apaga el televisor, cierra el libro o la revista que estabas leyendo y míralo a los ojos. Ese contacto visual significa: “Lo que estás diciendo es importante para mí”.