educar-como-DB-1 Los jóvenes saben que hay técnicas para “conquistar” a una persona: tienen que ser amables, atentos, corteses. No se trata de seducir o de engañar. Se trata de demostrar a la otra persona qué única e importante es para nosotros. ¿Por qué no hacer lo mismo con los hijos? Creo que es algo muy necesario, especialmente con los hijos adolescentes.

 

Espera, papá, espera.

El padre había aprendido que muchos conflictos que se tienen con los hijos se solucionan más fácilmente en una pizzería. Durante el año, había llevado varias veces, fuera de casa, a su hija mayor, para tener una especie de “encuentros padre-hija”. Y había decidido hacer lo mismo también con su hija menor.

Para tener ese primer encuentro, la llevó a cenar a una pizzería cercana. Apenas le habían servido las pizzas, consideró que había llegado el momento oportuno para decirle cuánto  la apreciaba. “Julia -le comentó- quiero que sepas que te quiero mucho y que, para mí y para tu mamá, tú eres de verdad muy especial. Rezamos siempre por ti, y ahora que estás creciendo y cada día que pasa te vas haciendo una muchachita vivaracha, estamos muy orgullosos”. Terminó de hablar e hizo un momento de silencio…

Cuando quiso tomar el tenedor para empezar a comer, no pudo llevarlo a la boca, porque su hija extendió su mano y la apoyó sobre la de él. Los ojos de ambos se encontraron, y ella, con voz dulce, le dijo: “Espera, papá, espera”. El padre dejó el tenedor sobre la mesa y volvió a explicarle a su hija por qué él y la mamá la querían y la apreciaban tanto. Intentó tomar de nuevo el tenedor, pero por segunda vez, y por tercera, y por cuarta, la hija lo detuvo con las mismas palabras: “Espera, papá, espera”. Aquella noche, el padre no pudo casi cenar, pero la hija tuvo el alimento emotivo que necesitaba. De hecho, pocos días después, se acercó a su madre y le comentó: “Sí, mamá. Soy una hija especial. Papá me lo dijo”.

El arte de conquistar

El amor de los hijos a los padres es un amor literalmente infinito, pero imprevisible. “Él sabe bien que lo quiero” es una frase inútil. En materia de amor, no se sabe sino lo que se comprueba. Siempre es muy iluminante aquella frase de Don Bosco: “No basta que los jóvenes sean queridos, es necesario que ellos sepan que son queridos”.

Para muchos padres, la relación con los hijos es casi una rutina, una costumbre interrumpida más por acontecimientos negativos que por hechos positivos. Conquistar a los hijos es difícil, porque requiere mucho tiempo. Y en el mundo frenético de hoy, los padres tienen serias dificultades para poder encontrarlo y para poder conquistar así el amor de sus hijos. Es mucho más rápido y cómodo regalar un teléfono que ir a la capilla para participar en la celebración navideña donde uno de ellos toca la guitarra tres minutos, durante el intervalo.

Por eso, muchos adolescentes están en sus casas rodeados de objetos, pero la fuente de donde surge el amor está vacía. Con frecuencia, tienen la impresión de ser, simplemente, una parte más de la colección de objetos de sus padres. Aunque tengan muchísimas cosas que hacer, los padres que quieran que sus hijos se sientan queridos, tienen que encontrar el tiempo para dedicarles su atención. El psiquiatra Ross Campbell escribió: “Cuando no recibe atención, el adolescente está en camino a la ansiedad, porque piensa que cualquier otra cosa es más importante que él. Se siente más inseguro y su crecimiento emotivo y psicológico se debilita”.

 

Felices de estar con ellos

Lo más importante para “conquistar el corazón” es elegir bien la manera de hacer sentir a los hijos adolescentes lo gratificante que es para sus padres estar con ellos. No sólo: hacerles sentir que son el centro de su atención. Esto no quiere decir que todas las veces que se encuentren y estén juntos tienen que tener largas y profundas conversaciones. Quiere decir que los padres tienen que comunicar con los ojos, con las palabras, el contacto físico y el lenguaje del cuerpo, que en toda situación los hijos son siempre lo más importante.

Un adolescente quinceañero ilustró muy bien este concepto, cuando dijo: “Mi padre piensa que me hace un favor cuando me lleva a pescar con él. Pero cuando estamos juntos, casi no hablamos de nosotros. 

Hablamos de la pesca y de la naturaleza, y a mí no me interesa ni la pesca ni la naturaleza. Quisiera hablar con él de mis cosas y mis problemas, pero parece que a él no le interesan”.

 

Querer lo que ellos quieren

Los adolescentes son criaturas activas. Muchas conversaciones entre padres e hijos surgen en el contexto de otras actividades. Algunas pueden ser parte de la vida normal cotidiana: la escuela, el deporte, la música, la danza, el taller de teatro, las actividades de la comunidad. Los padres que quieren tener momentos especiales con sus hijos adolescentes saben que estas situaciones ofrecen múltiples oportunidades.

En los primeros años de la adolescencia, están también los momentos que pasan juntos en el auto, cuando van a las actividades o cuando regresan a casa. A menudo, los mismos acontecimientos ofrecen oportunidades para vivir momentos especiales con los hijos. Cuando el hijo comprende que sus padres lo acompañan a un evento deportivo porque quieren verlo jugar, porque están interesados por él y porque en esa medida no hay cosa que sea más importante, descubre claramente que cuenta en la vida de sus padres.

Porque conquistar el corazón no es tener pequeños momentos para endulzar una especie de “aguante” mutuo y, mucho menos, poner en práctica aquella singular receta “Para una vida feliz” que escribió una niña de ocho años. “Se necesitan cuatro abrazos al día para sobrevivir; ocho abrazos al día para seguir adelante y doce abrazos al día para crecer” 

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