16759482441 7380969d84_o-(1) Los Salesianos estamos de fiesta. Una fiesta a lo grande. Nada menos que un año entero para celebrar, más tres años de preparación. Nos sentimos agradecidos con Dios por haber suscitado a Don Bosco. Doscientos años de su nacimiento no es mucho, si lo comparamos con la mayoría de los grandes santos de la Iglesia.

 

La Familia Salesiana se ha extendido por el mundo entero. Y los amigos de Don Bosco son incontables. Nuestro santo tiene un magnetismo incuestionable: conquista los corazones, “cae bien”. Los jóvenes se identifican con él al primer contacto.

No es para menos. La terrible pobreza en que creció, los problemas familiares que le tocó vivir, su esfuerzo heroico por estudiar lo marcan como uno más de esa mayoría de la humanidad que se debate en la sobrevivencia. La diferencia en Don Bosco niño,  adolescente y joven estriba en la sólida formación cristiana y humana de que estuvo dotado. La dureza de su infancia y adolescencia lo transformaron en un luchador tenaz durante toda su vida.

 

Líder juvenil nato, le preocupaban los muchachos de su tiempo. No era el “niño bueno” que no mata una mosca. Su Sociedad de la Alegría es exigente para los socios pobretones que acuden atraídos por sus habilidades de artista callejero. Y que terminan cultivados en la fe.

 

Persigue el sueño de ser sacerdote, pero con un color diferente: sacerdote para los jóvenes. Es el sacerdote de la calle. Busca a los muchachos pobres vagabundos o empleados en la construcción, en condiciones de explotados. Los visita en la cárcel y se le parte el alma al constatar su triste condición.

 

No soporta ver a sus amigos desarrapados sin futuro. Los reúne en cualquier espacio disponible donde juegan y son orientados a una vida cristiana. Esa figura de cura callejero rodeado de muchachos desamparados no es bien vista por muchos. 

 

La fórmula mágica funciona. Alegría, juego, piedad juvenil. Amistad y fiesta. Don Bosco quiere a sus vagabundos y estos se dejan querer. Comienzan a llegar por centenares.

 

Don Bosco no empezó con un proyecto trazado en papel: misión, objetivos, metas… Esos muchachos estaban en alto riesgo y había que hacer algo por ellos. El proyecto iría creciendo por necesidad de las circunstancias. De reunirlos en un potrero acabaría por construirles grandes obras educativas. 

 

La afluencia de muchachos abandonados lo desborda. Necesita colaboradores. Estos no escasean: sacerdotes, personajes de la nobleza, los mismos muchachos. Pero van y vienen. Con el tiempo se lanza a fundar una congregación religiosa con muchachos de su oratorio: una locura, pues el gobierno está eliminando las órdenes religiosas. Pero lo logra con astucia.

 

La astucia de Don Bosco y su tenacidad le ayudan a lograr lo imposible. Pues no le faltaron oposiciones, incomprensiones, negativas, persecuciones. Por el bien de sus muchachos pobres y abandonados luchó contra lo imposible.

 

Su obra fue tomando cuerpo con una expansión vigorosa. El humilde inicio en el barrio marginal de Valdocco, en Turín, se extendió a otros puntos de la ciudad. Luego, a otras ciudades del norte de Italia. Más tarde, España y Francia estarán en su mira. No  dice basta. En la última etapa de su vida acomete el audaz empeño misionero: mandar a sus mejores salesianos a la Patagonia, en Argentina. Estos misioneros salesianos pronto estarían en todos los países de América.

 

Educador y pastor de jóvenes marginados, supo entusiasmarlos por la santidad, mientras les ayudaba a adquirir habilidades que los elevarían a un nivel de vida digno. Honrados ciudadanos y buenos cristianos.

 

Heriberto Herrera

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