Etica1 LuisCa El otro día una señora me contó: “Me visitaron los hermanos separados y me dijeron que no debía hacer sobre mí la señal de la cruz, porque con eso yo volvía a crucificar a Jesús”.

Y me preguntó: “¿Qué piensa usted de eso?” Le contesté: “No les haga caso, porque más bien la cruz es nuestra gloria y salvación, como dice San Pablo: Lejos de mí gloriarme de otra cosa que no sea la cruz de Cristo” (Gal 6,14).

En otras ocasiones ellos nos reprochan que los católicos “adoramos las imágenes”. Tampoco hay que hacerles caso. Los católicos conocemos muy bien el primer mandamiento y sabemos que sólo tenemos un Dios, creador y padre, y que sólo a Él debemos adorar. Y, si en ese mismo mandamiento Dios prohíbe elaborar imágenes de Él, es porque aquellos pueblos eran semi-bárbaros y fácilmente podían confundir la imagen con la realidad; y también para que aprendieran que Dios es espiritual, pura bondad y belleza, sin cuerpo.

Cuando más tarde vino Jesús, el hijo de Dios, nunca perdió su tiempo enseñando que no debemos elaborar imágenes, porque el pueblo ya era instruido y ya no existía la idolatría entre los judíos. En cambio habló mucho contra el afán de dinero y el afán de poder, que son los ídolos modernos y hacen mucho daño.

Las primeras generaciones cristianas hasta el siglo VII no vieron ningún problema en pintar imágenes religiosas de Jesús y de María. ¿Acaso no tuvo Jesús un cuerpo humano como el nuestro? ¿Entonces por qué no representarlo en brazos de su Madre, o en la cuna de Belén, o sentado enseñando, o clavado en la cruz?

A inicios del siglo VIII, el emperador bizantino León Isáurico de repente comenzó a destruir las imágenes de las iglesias y a perseguir a quienes las veneraban. Pero los obispos se reunieron en el segundo Concilio de Nicea y justificaron la veneración de las imágenes. Por ese tiempo también San Juan Damasceno defendió con buenos argumentos bíblicos y teológicos la práctica de la veneración (no adoración) de las imágenes religiosas.

Nosotros, los humanos, no somos puro pensamiento abstracto; nuestro conocer no comienza con ideas inmateriales. Todo conocimiento comienza “viendo”; por eso Dios nos ha dado ojos: necesitamos ver para conocer. Lo decía el antiguo filósofo Aristóteles: “Nada hay en la mente si antes no pasó por los sentidos”. Por eso necesitamos imágenes. Las imágenes son el libro de los sencillos e ignorantes. Los niños comienzan a conocer a Jesús, mirando sus imágenes, mirándolo en la cruz.

Así somos: mirando la bandera, pensamos en la patria; mirando la fotografía, pensamos en la persona amada; mirando la cruz del Señor, lo adoramos a Él.

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 250 Marzo Abril 2021

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