El principio ético fundamental, del cual derivan todos los demás principios éticos, es el respeto a la dignidad de la persona humana. El fundamento de la alta dignidad del ser humano surge de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Gn 1,26).

Así pues, el principio ético fundamental, del cual derivan todos los demás principios éticos, es el respeto a la dignidad de la persona humana.

Si no creemos que el ser humano ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza con un alma espiritual, no encontraremos fundamento para su dignidad y su respetabilidad. Entonces el tema de los derechos humanos queda a merced de las leyes humanas que son elaboradas y cambiadas por los poderosos.

Eso es lo que está sucediendo hoy día de hecho. ¿O no lo están viendo? Ya no son los mandamientos de la ley de Dios lo que aplica en nuestras legislaciones. Por ejemplo, en la ley que permite el aborto, no solo se contradice el quinto mandamiento, sino que se impone desvergonzadamente la ley del más fuerte, contra el débil niño no nacido. El cual, además es inocente e indefenso. ¡Qué vergüenza!

La vida humana es siempre un bien. Desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural. También cuando se trata de una vida en situación precaria. Esta afirmación condena la destrucción de embriones, el aborto y la eutanasia. Condena todo tipo de discriminación entre seres humanos. Todos somos iguales en dignidad y derechos.

El ser humano, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene las siguientes características, que lo diferencian de otras criaturas: tiene conciencia de su propia existencia y es capaz de someter y labrar la tierra. Tiene un corazón capaz de amar, que puede afligirse y conmoverse; vida afectiva (emociones sentimientos afectos como compasión, misericordia, perdón); vida interior; la razón; la capacidad de hacerse preguntas sobre el sentido de la vida (¿quién soy yo, de dónde vengo, qué hay después de la muerte), de buscar la verdad y conocerla; el discernimiento entre el bien y el mal; la libertad (capacidad de tomar decisiones permanentes, y de hacer promesas y cumplirlas; capacidad de decidir libremente sobre su futuro). La decisión de nuestra voluntad es algo que nunca nos puede ser impuesto, sino que cada uno de nosotros realizamos si así lo decidimos. Esto constituye una novedad en el Universo. Tenemos también la capacidad de relacionarnos con Dios y responder a su llamada. Así como la responsabilidad (capacidad de responder de nuestros actos ante quien nos pida cuentas), la conciencia moral (haz el bien y evita el mal), la búsqueda de la verdad y el ansia de grandeza. Solo el humano puede decir: ‘Sé que debo hacerlo, pero no quiero hacerlo’. Mencionemos finalmente actividades culturales tales como el arte (la poesía, por ejemplo), la religión, la política, el derecho y las leyes, la educación la gastronomía o el deporte, etc.

Mientras la biología dicta la vida a todo animal, nuestro cuerpo no está encerrado en los procesos biológicos.

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