meditacion1 El Cardenal Carlos Amigo habla de una auditoría de la fe, que debe realizarse en este mundo postmoderno, que se caracteriza por la falta de fe. Desde hace mucho tiempo, hacemos oraciones, celebramos la Eucaristía, leemos la Biblia, dando por sentado que tenemos fe. Y es muy posible que lo que llamamos fe, sea una “fe simulada”.
Una apariencia de fe. Este examen de nuestra fe no consiste en el recuento de en qué creemos, sino de cómo creemos. Benedicto XVI, en su libro Introducción al cristianismo, afirma: “El problema del auténtico contenido y sentido de la fe cristiana está hoy, muchos más que en tiempos pasados, rodeado de incertidumbre”. Por eso es muy importante lo que dice Anselm Grün: “Ser una persona creyente significa también, preguntar siempre de nuevo qué significa Jesucristo para mí, cómo me relaciono como cristiano con los problemas esenciales de la vida humana: el sufrimiento y la culpa, la enfermedad y la muerte, el trabajo y la vida cotidiana, el amor y el placer”. Ese es el difícil examen de nuestra fe que se nos propone.

¿Fórmulas vacías?
El pueblo de Israel tenía abundancia de oraciones, sacrificios, ceremonias; el Señor, por medio del profeta Isaías afirmó: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13) Era un pueblo superreligioso, pero carente de una fe profunda. Puede ser que este sea nuestro caso; que nos esté sucediendo lo mismo que al sacerdote Zacarías. A este sacerdote mientras estaba en el Santuario, se le apareció un ángel para decirle de parte de Dios que al fin iba a tener el hijo que tanto había deseado. Zacarías no se alegró; más bien dudó que eso fuera posible, pues su esposa era muy anciana como él. El ángel le dijo que iba a salir mudo del Tabernáculo por no haber creído en lo que Dios le decía (Lc 1,20). Esa mudez de Zacarías puede ser que sea en nosotros un síntoma de nuestra falta de fe, en nuestra manera de servir a Dios. Puede indicar la carencia del gozo del Espíritu Santo por no tener una fe viva.

Una nota característica del mundo postmoderno es la falta de fe. Se quiere probar todo matemáticamente; predomina el racionalismo, La falta de fe nos lleva a mecanizarnos en la oración, en nuestro ministerio. Los múltiples abusos sexuales descubiertos en muchos eclesiásticos, son una voz de alarma que nos indica que esas personas de misa y comunión diarias “honraban a Dios con los labios, pero su corazón estaba lejos de Dios”, como los del pueblo de Israel. Es muy posible que para muchas personas exista una confusión entre religión y sentimentalismo religioso. Por eso, un examen de nuestra fe, podría indicarnos si hay una fe madura o una fe simulada. La Carta a los Romanos habla de una “medida de fe”(Rom 12,3), que se nos concede.

Un examen de nuestra fe
Piero Petrosillo apunta: “La fe es una adhesión del hombre a Dios que se revela” . En primera instancia, la fe es un don de Dios mismo, que se nos revela de alguna manera. El día del bautismo se nos regala una medida de fe, como una diminuta semilla, que debe irse desarrollando. Es muy posible que algunos por falta de un acompañamiento en la fe, todavía tengan la fe como una semilla insignificante, que no se ha desarrollado. En otras personas, en cambio, se puede apreciar una fe ya desarrollada, robusta.

La Carta a los Romanos afirma: “La fe viene de la predicación que expone el mensaje de Cristo” (Rom 10.17). Es por medio del oído que Dios llega a nuestro corazón. Dios toca a la puerta del corazón por medio de la Palabra de Dios en la Biblia. Es por medio de la Palabra de Dios que Dios mismo se introduce en nuestra mente y corazón. De allí nace la fe en Dios, que toma la iniciativa de manifestarse para que lo conozcamos. En el Nuevo Testamento, para nosotros la fe viene de creer en Jesús, que es la imagen visible de Dios que es invisible (Col 1.15). Así presenta san Pablo a Jesús. La fe nos llega, entonces, cuando aceptamos el mensaje de Jesús y le damos nuestro sí de corazón. Por medio de la Palabra, Jesús, por la acción del Espíritu Santo, suscita en nosotros la fe. ¿Qué medida de fe tenemos? ¿Qué calificación ante Dios, merece nuestra fe? Es urgente que nos demos razón de qué medida de fe tenemos. La Carta a los Hebreos afirma, tajantemente: “Sin fe es imposible agradar a Dios”(Hb 11,6).

Compartir