Pidan y se les dará. Así dice Jesús: "Pedid y recibiréis". Pero, ¿Lo tomamos en serio?, ¿nos lo creemos? Dios nos está diciendo: ¡Pidan! Imaginemos que es nuestro papá que nos dice: 'pide y recibirás'. O nuestro jefe quien nos lo dice. Pero no, es Dios mismo. Y no aprovechamos la oferta. Porque, tal vez, no nos lo creemos.

Por el contrario, es frecuente escuchar: "Dios no me escucha" "Dios se ha olvidado de mí". "Dios no me concede lo que le pido".

Si eso fuera cierto, Jesús no habría dicho la verdad. Lo cual es imposible.

Debemos, pues, creer firmemente que toda oración dicha con sinceridad, es escuchada por Dios. Ninguna oración queda desatendida.

Entonces, ¿por qué tenemos la impresión, a veces, de que Dios no escucha nuestra oración?

Veamos: Jesús dice que si un niño pide a su papá un pescado, no recibirá una serpiente. Y si el niño pide a su papá un huevo, el papá no le dará un escorpión. Con mucha más razón eso mismo hará Dios.

Pero supongamos que el niño pide a su papá un escorpión. Desde luego, el papá se lo negará. Y no porque no ame al hijo, sino precisamente porque lo ama y sebe que es peligroso, el papá no dará a su niño el escorpión. Aunque el niño insista o proteste. El pequeño no percibe el peligro.

Lo mismo sucede con Dios: ¿No será que a veces pedimos 'escorpiones' en nuestra oración, y por eso el Señor no concede lo que le pedimos? Dios sabe lo que nos conviene y lo que no nos conviene. Él es Padre amoroso y poderoso. Tengamos confianza.

Ocurre como con el niño que observa cómo su mamá corta la carne con un brillante cuchillo en la cocina. Al niño le gusta el cuchillo y se lo pide a su mamá. Por supuesto que la mamá se lo niega, motivo por el cual el niño piensa: "Mi mamá no me quiere porque no me presta el cuchillo". No sólo, sino que la mamá, sabiendo que su hijo es travieso, al terminar coloca el cuchillo donde el niño no pudiera alcanzarlo. Pero basta que la mamá se descuide un momento para que el niño se suba en una silla para coger el cuchillo. Por supuesto que el niño se corta. Y mientras llora desconsoladamente, piensa: "Mi mamá me castigó, y por eso me he cortado".

También nosotros dudamos del amor de Dios cuando no nos da lo que le pedimos. Y, cuando sufrimos las consecuencias de las acciones equivocadas o imprudentes, de nosotros mismos o de otros, pensamos que Dios nos castiga.

En realidad, no tenemos por qué dudar: creamos firmemente que toda oración nuestra, dicha con sinceridad, es escuchada por Dios. Ninguna oración queda desatendida.

Debemos mantener la confianza en Dios incluso cuando sufrimos desgracias.

Como escribió Santo Tomás Moro desde la cárcel: "Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que me parezca, es en realidad lo mejor para mí".

Por eso, nunca debemos decir: "Dios no me escucha".

Pero tampoco es correcto pensar: "Me falta fe". "No he pedido con suficiente fe".

Porque ¿cuánto es suficiente fe? ¿Quién de nosotros tiene 'suficiente' fe? Jesús en el huerto de los Olivos, ¿acaso no oró con suficiente fe? Pero tuvo que beber el cáliz de la cruz.

Yo pienso que si oras, es porque tienes fe. Si no tuvieras fe, no harías oración.

No te tortures. Si te parece que Dios no te escucha, es porque tiene sus razones. Algún día las comprenderás y le darás gracias. Dios puede negarnos una petición, porque sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.

También cuando pedimos con fe Dios puede hacernos esperar, como hizo esperar a Jesús hasta la mañana de resurrección.

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