Relativismo religioso Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, afirmó en una reciente entrevista (publicada en zenit.org el 4 de junio de 2013): "El gran problema hoy es este:

nos encontramos en un momento histórico en el que se ha interrumpido la transmisión de la fe... Porque en la familia la fe no es ya adecuadamente transmitida... Uno de los motivos es el no creer más que nuestra religión sea la verdadera... Benedicto XVI ha hablado del 'supermercado de las religiones': cada uno toma lo que le conviene... Cada uno piensa tener fe prescindiendo de la Iglesia".

Por su parte, el P. Pascual Chávez, en su carta "Testigos de la radicalidad evangélica", del 8 de abril de 2012, afirma: "Se debe reconocer que la cadena de transmisión de la fe, constituida por la familia, la Iglesia y la sociedad, se ha roto".

Y 'Aparecida' dice en su número 39.- "Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta incluso a la misma familia que había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe. Ello hace que las personas busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene sus vidas, allí donde nunca podrán encontrarla".

Sucede que las críticas de ciertos Medios hacia la Iglesia Católica son constantes y despiadadas. Pasan de la constatación de pecados reales de algunos de sus miembros, a la completa desautorización de la Iglesia como institución. Muchos católicos, cuya única información religiosa les llega a través de esos Medios, han sido tan influenciados que también ellos han dejado de creer.

El pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeado hasta caer en el relativismo religioso: "Cada quien tiene su 'verdad' –dicen-, y todas las opiniones son igualmente respetables". Lo cual no es cierto: las personas sí; todas las personas son igualmente respetables, pero no todas las opiniones son igualmente respetables.

La peor crisis que puede pasar una sociedad es la de no poder distinguir ya entre el bien y el mal, entre la verdad y el error. Son como niños zarandeados por las olas. Es lo que Benedicto XVI llamó 'relativismo religioso'.

No debemos seguir siendo niños en la fe. Para Pablo ser inmaduro en la fe significa "ser llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina" (Ef 4,14). ¡Una descripción muy actual!

Hay que volver a enseñar las verdades fundamentales. Es urgente una nueva evangelización. "No hay que dar nada por supuesto. Estamos llamados a 'recomenzar desde Cristo' con el mismo poder de afecto y persuasión y esperanza que tuvo su encuentro con los primeros discípulos hace 2000 años" (Aparecida 549).

Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Él nos da el criterio para distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Él es 'Dios con nosotros'; la Palabra de Dios hecha carne; el único Salvador. "Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida, la felicidad y la justicia" (Aparecida 380).

Pero, ¿dónde encontrar a Jesucristo hoy?

Jesús, antes de subir al Cielo, fundó la Iglesia para continuar su presencia y su obra de salvación. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo; es la Esposa de Cristo. Jesús y la Iglesia son, por lo tanto, inseparables.

No se puede decir 'creo en Cristo pero no en la Iglesia'. Sería como separar la cabeza del cuerpo y separar al esposo de la esposa, con la cual forma 'una sola carne'.

Jesús prometió no abandonar jamás a su Iglesia: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19). "Y el poder del infierno no podrá contra ella" (Mt 16,18). Pablo llama a la Iglesia "columna y fundamento de la verdad" (1Tim 3,15).

En definitiva, mediante la obra del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio del Papa y los Obispos, la Iglesia transmite a todas las generaciones cuanto ha sido revelado por Cristo. La Palabra de Dios se nos da en la Sagrada Escritura que, junto con la Tradición viva de la Iglesia, constituye la totalidad de la Revelación y que es la regla suprema de la fe.

La respuesta propia del hombre al Dios que habla, es la fe (cf. Rm 16,26; Rm 1,5; 2 Co 10,5-6). La fe con la que abrazamos de corazón la verdad que se nos ha revelado y nos entregamos totalmente a Cristo, surge precisamente por la predicación de la Palabra divina.

Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). "En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley" (Mt 5,18).

En la Iglesia de Jesús encontramos la verdad y la plenitud de los medios de salvación. No hay espacio para el relativismo. ¿Por qué seguir dudando? ¿Por qué no entregarnos a Dios de lleno?

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