Almas en pena. Tratando de responder a preguntas frecuentes (FAC) que me llegan sobre este tema:

1.- La muerte pone fin a la vida del ser humano, vista como ‘prueba’ en esta tierra.

El Nuevo Testamento asegura la existencia de un juicio inmediato después de la muerte, en base a la fe y a las obras de cada quien. La parábola del pobre Lázaro (Lc 16,22: “Murió el pobre y los ángeles lo llevaron con Abraham”), y las palabras de Cristo en la cruz al buen ladrón (Lc 23,43: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”), hablan de un último destino del ser humano que puede ser diferente para unos y para otros.

Así pues, cada ser humano recibe inmediatamente después de morir, su retribución eterna, ya sea a través de una purificación antes de entrar al cielo (Purgatorio), ya sea entrando directamente en la bienaventuranza del Cielo, ya sea para pasar eternamente alejado de Dios: el infierno.

2.- Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero han cometido en el pasado faltas o injusticias que están pendientes de purificación, no van directamente al Cielo, sino que deben purificar esas faltas después de su muerte. Es lo que llamamos Purgatorio. 1Co 3,13-15 afirma: “La obra de cada uno se verá claramente en el día del juicio que ese día vendrá con fuego, y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra que construyó resiste, recibirá su salario. Si la obra se quema, será castigado, aunque se salvará como quien pasa por el fuego”.

Por eso la Iglesia aprueba la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó Judas Macabeo hacer este sacrificio expiatorio a favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2Macabeos 12,46).

3.- Esta es la doctrina católica sobre lo que pasa después de la muerte. No pertenecen a la doctrina de la Iglesia otras historias sobre ánimas en pena, supuestas apariciones, sustos, malas influencias sobre nuestras vidas, maleficios, mal de ojo, brujería, etc. Esta clase de temas deben considerarse puras obras literarias como los cuentos; otras son tradiciones populares sin fundamento en la realidad, o incuso, pueden ser puras supersticiones.

4.- En cambio, sí es cierto que el demonio o Satanás nos tienta para apartarnos de Dios. También debe creerse en la posibilidad de posesiones diabólicas. Sin embargo, Satanás no es más que una criatura. Poderosa, pero simple criatura. Jesús, mediante su muerte, aniquiló al Diablo y nos ha liberado de su poder con la Resurrección. La persona que vive en gracia de Dios, sin cometer pecados graves, asistiendo a Misa todos los domingos, confesándose y comulgando con frecuencia, no debe temer a Satanás. Cuando la Iglesia pide en nombre de Jesucristo, que una persona sea protegida contra las asechanzas del maligno estamos hablando de exorcismo. El exorcismo intenta liberar del demonio, gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Antes de practicar un exorcismo es necesario asegurarse de que el comportamiento extraño de determinada persona, se deba realmente a la presencia del Maligno y no a una enfermedad física o mental. Hay que agotar, pues, previamente, todos los recursos de la ciencia médica y siquiátrica, antes de pensar en unan posesión diabólica.

5.- Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, echar cartas, jugar a la güija, y otras prácticas que, equivocadamente, se supone revelan el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ o ‘síquicos’, encierran un deseo de protección frente a poderes ocultos. No existen tales poderes ocultos. Dichas prácticas están en contradicción con el honor y el respeto que debemos solamente a Dios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se abstenga de todo esto.

6.- Donde está Dios, el demonio no puede nada. 1Jn 5,18-19: “Sabemos que el engendrado de Dios guarda a todo el que ha nacido de Dios y el Maligno no llega a tocarle. Aunque el mundo entero yace en poder del Maligno, nosotros somos de Dios”. Si vivimos en la gracia y amistad de Dios, confesados, cumpliendo los mandamientos, recibiendo la Eucaristía dominical, etc., el demonio no puede nada contra nosotros. Las bendiciones que pedimos al sacerdote sobre personas, casas, imágenes u otros objetos, deben ir siempre acompañadas por la reconciliación con Dios y por la Eucaristía, para que puedan ser eficaces.

Sólo Dios es Dios. Dios es bueno y todopoderoso. Él nos ama y quiere nuestro bien, nuestra salvación eterna. Nosotros debemos amarlo sobre todas las cosas y cumplir sus mandamientos. Esto es lo más importante.

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