Quien ama no se queda de brazos cruzados Ustedes, voluntarios, han trabajado durante meses, discretamente, sin ruido ni protagonismos, para que todos pudiéramos estar aquí cantando juntos: “Jesús vive y no nos deja solos: ya no dejaremos de amar”. No sólo eso, han sido un ejemplo de equipo trabajando juntos. Más que un trabajo, ha sido un servicio.

El servicio que hizo la Virgen María, que se levantó y partió sin demora a servir a su prima Isabel, sintiendo la urgencia de compartir la alegría en el servicio.

Pensemos en Zaqueo, que se subió en un árbol para ver a Jesús y se bajó rápido, algo lo había tocado, y quería encontrar a Jesús y recibirlo en su casa.
Pensemos en las mujeres y en los discípulos, que en Pascua corrieron del cenáculo a la tumba, y luego volvieron para anunciarles a los demás que Cristo había resucitado (cf. Jn 20,1-18).

Quien ama no se queda de brazos cruzados, quien ama sirve y quien ama corre a servir, corre a entregarse en el servicio de los demás.

Y ustedes corrieron, corrieron bastante en estos meses. Yo pude ver el final nomás, en estos días, ver mientras respondían a mil necesidades. A veces con la cara marcada por el cansancio. Otras veces, un poco abrumados por las urgencias del momento. Pero siempre noté una cosa: que tenían los ojos luminosos, luminosos por la alegría del servicio, gracias.

Ustedes hicieron grandes cosas pero con gestos pequeños, como ofrecer una botella de agua a un desconocido, y eso crea amistad. Ustedes corrieron mucho, pero no con la carrera frenética y sin rumbo que a veces es la que nos pide este mundo. No, ustedes corrieron de otro modo. Corrieron una carrera que lleva al encuentro con los demás para servirlos a los demás en el nombre de Jesús.

El encuentro más hermoso, el motor de todos los demás, el que nos hace caminar en serio, que lleva adelante la vida, es con Jesús, es el encuentro más importante de nuestra vida. Renovar cada día el encuentro personal con Jesús es el centro de la vida cristiana. Y hay que renovarlo cada día para mantenerlo fresco, no solo en la cabeza sino en el corazón.

Experimentamos que un pequeño “sí” a Jesús puede cambiar la vida. Pero también los “sí” dichos a los demás hacen bien; cuando son para el servicio. Ustedes en el momento del cansancio se animaron y siguieron diciendo sí para servir a los demás.

Para poner orden en la propia vida no sirven las cosas, no sirven las distracciones, no sirve el dinero, es necesario dilatar el corazón; y si ustedes dilatan el corazón, van a poner en orden la vida de ustedes. No tengan miedo, dilaten el corazón.

Encontrarte con Jesús y encontrarte con los demás. El encuentro con Jesús es un momento personal, único, que se puede describir y contar sólo hasta cierto punto. Pero siempre llega gracias a un camino recorrido en compañía, realizado gracias a la ayuda de los demás. Encontrar a Jesús y encontrarlo en el servicio a los demás.

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