Solo juntos, solo viviendo en comunión podremos hacer algo significativo hoy.” Don Bosco fue capaz de involucrar a muchas personas, convirtiéndolas en protagonistas activas y emprendedoras del mismo sueño de salvación para los jóvenes.

 El padre Julio Barberis anotó cuidadosamente lo que dijo Don Bosco al dirigirse a los mayores del Oratorio en la noche de la fiesta de San José, el 19 de marzo de 1876, poco más de cinco meses después de la partida de los primeros misioneros para la Patagonia.

Refiriéndose al campo y a la viña de las parábolas evangélicas y fortalecido por su experiencia personal de vida campesina, ayuda a los jóvenes de Valdocco a comprender cómo cada uno puede hacer su parte, siempre preciosa e importante, para el crecimiento del reino de Dios.

Es un ejemplo tanto laico como evangélico y eclesial de cómo estamos llamados a hacer fructificar juntos nuestros talentos, cada uno según su historia de vida, capacidad y vocación.

Así recoge el p. Barberis las palabras de Don Bosco, que sin duda nos parecerán de máxima actualidad teológica:

«Jesús, al hablar del campo o de la viña que lo rodeaba, pretendía hablar de la Iglesia y de todos los hombres del mundo. La mies a recoger consiste en la salvación de las almas, porque todas las almas deben ser recogidas y llevadas al granero del Señor. ¡Qué abundante es esta mies! ¡Cuántos millones de hombres hay en la tierra! ¡Cuánto trabajo todavía sin hacer para lograr que todos se salven! Pero los operarios son pocos.

Por operarios que trabajan en la viña del Señor se entiende todos los que de algún modo colaboran en la salvación de las almas. Y adviertan que por operarios no solamente se entienden aquí los sacerdotes, predicadores y confesores, que ciertamente están colocados a propósito para trabajar y se dedican más directamente a cosechar la mies, pero no son los únicos ni bastarían.

Operarios son todos los que de alguna manera contribuyen a la salvación de las almas. Así como son obreros del campo no solo los que recogen el grano, sino también todos los demás.

Contemplen la variedad de obreros de un campo. Uno ara, otro rotura la tierra, ese la arregla con la azada, este con el rastrillo o con el mazo rompe los terrones y los allana, unos arrojan la semilla, otros la cubren; quién arranca los hierbajos, la cizaña, el comino, la alverja; quién escarda, quién poda, quién arranca; unos riegan en tiempo oportuno y recalzan; otros por el contrario siegan y hacen gavillas, puñados y montones, quién las carga en el carretón y quién las acarrea; quién extiende, quién trilla, quién criba, quién ensaca y lleva al molino y quién lo convierte en harina; después quien la cierne, quien la amasa, quien la mete al horno.

Pueden ver, hijos míos, qué variedad de obreros se requiere hasta que la mies alcanza su meta y se convierte en el pan elegido del paraíso. Lo mismo que en el campo sucede en la iglesia, donde se necesita toda suerte de obreros. No hay uno que pueda decir: “Aunque yo sea de conducta intachable, no serviré para trabajar por la mayor gloria de Dios”. No, que nadie hable así; todos pueden hacer algo de alguna manera».

Nacimos carismaticamente como comunidad y como comunión de personas de distinta procedencia social, estado de vida, perfil profesional... unidas por una misma misión y motivadas por la misma carga carismática que Don Bosco sabía comunicar. Es innegable que nacimos enseguida como conjunto del pueblo de Dios: es la naturaleza de nuestro carisma y de nuestra misión. Solo juntos, solo viviendo en comunión podremos hacer algo significativo hoy.”

Don Bosco, desde el inicio de su misión en Valdocco, implicó a muchos seglares, amigos y colaboradores para que formasen parte de su misión entre los jóvenes. El objetivo último de la misión de Don Bosco es, junto con la salvación de sus muchachos, la transformación de la sociedad. La visión amplia y valiente de Don Bosco, su laboriosidad incansable, su resiliencia frente a los obstáculos... solo se explican con este horizonte de transformación social y de evangelización de los jóvenes a escala mundial.

Don Bosco no hace política, pero puede dirigirse a todos los representantes de los distintos niveles de gobierno porque su compromiso está claramente orientado al bien de los jóvenes, de los cuales nadie que se preocupe por la sociedad humana y el servicio a los demás, incluido el servicio público, por el bien de todos puede dejar de interesarse.

Nuestra voz común puede encontrar acceso y escucha mucho más allá de los límites confesionales si juntos encarnamos hoy ese mismo celo de predilección por los jóvenes que nos ha sido dado como carisma y que solo podemos realizar juntos como Familia de Don Bosco.

 

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