perfil 1. No se deja separar de Don Bosco: que nadie susurre: “Don Bosco sí, salesianos no”.


2. No se deja separar de los jóvenes: camina cada día con ellos, porque solo estando en medio de ellos se consigue ser y permanecer salesiano.

3. No deja que se apague el deseo de los jóvenes: les da confianza y siente un afecto sincero por ellos.

4. No permite alejarse de los pobres: lejos de ellos se siente pobre y desaparece; junto a ellos, encontrándolos, vuelve a ser fecundo.

5. No se deja seducir por el corazón: no va donde le lleva el corazón, sino que pone de lleno toda su inteligencia en captar “los signos de los tiempos” y dar una respuesta adecuada, superando también las “debilidades” del Sistema Preventivo.

6. No renuncia a creer en los valores: la potencia de la formación, la necesidad de una conversión continua, la santidad posible en la vida, la comunidad, el carisma como don y como misión, la acción de Cristo resucitado.

7. No teme lo nuevo, lo inédito, lo desconocido: el salesiano es hijo de un soñador, de un pionero que ha tenido la valentía de arriesgar, que ha sabido trazar un camino para educar a la “vida buena del Evangelio”.

8. No se limita solo a celebraciones grandiosas para dar credibilidad, popularidad, visibilidad y fecundidad vocacional; si fuera así, estaríamos con un Don Bosco barato.

9. No se queda en Valdocco: la fortuna de Don Bosco fue la de salir de Turín con una visión internacional de la juventud.

10. No pone límites de tiempo a su vocación. A la pregunta “¿Hasta cuándo?”, responde como Don Bosco: “Hasta que haya almas que salvar, hasta que los pobres jóvenes no estén ya a merced de insidias y de engaños, hasta que no hayan llegado a las puertas de la eternidad y hayan entrado en el paraíso, allí donde finalmente podrán estar libres de las asechanzas que les tiende el enemigo”.



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