San Pedro Carchá, Guatemala, 15 de agosto de 2017.- Mil jóvenes indígenas pertenecientes a tres internados de un mismo proyecto educativo salesiano celebraron a lo grande los treinta y cinco años de su fundación.
El Centro Don Bosco situado en Tzacanihá, en las cercanías de San Pedro Carchá, fue el establecimiento que acogió a los otros dos: el de Raxruhá, a 100 kms de distancia, y el de Chamelco, una población cercana.
El salesiano australiano padre Antonio De Groot, fundador y propulsor de este genial proyecto educativo, organizó la compleja celebración apoyado por su naciente congregación religiosa indígena, los Misioneros de Cristo Buen Pastor, y por un sólido equipo de colaboradores.
Durante tres días el millar de muchachos hospedados en el Centro Don Bosco vivieron la alegría salesiana con la música, el teatro, el deporte, desfiles y caminatas hasta culminar en una celebración eucarística de soberbia calidad litúrgica.
El comienzo de esta aventura educativa tiene un paralelo casi perfecto con la conocida anécdota del encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli. El padre Antonio vivía y trabajaba entonces en Raxruhá, remota población casi inaccesible y carente de todo servicio básico, al confín de la selva. Un día un joven indígena le preguntó si podía vivir en su casa para aprender a leer y escribir. Poco después se sumó un segundo joven y un tercero, y pronto ya era un pequeño grupo. En condiciones rudimentarias compartían con el padre Antonio comida y alojamiento y, en ratos libres, estudiaban los misterios del alfabeto.
Conforme crecía el grupo, surgían las instalaciones elementales. Treinta y cinco años después el Centro Don Bosco, en sus tres versiones, deja boquiabierto a todo visitante con sus edificaciones de calidad estética y funcional, generosas áreas verdes, limpieza y orden.
¿Quién puede imaginarse un internado de quinientos muchachos, sin muros, abierto a la verde naturaleza, con sus diversas áreas educativas distribuidas entre pinares? El ambiente se asemeja más a una colmena que a un clásico centro educativo con portones, muros y vigilancia.
El proyecto Centro Don Bosco ha sido una auténtica revolución educativa en el área geográfica donde funciona. Ha demostrado que los jóvenes indígenas tienen una inteligencia despierta, un ansia por superarse y una energía desbordante. Sorprende saber que son numerosos los profesionales que han logrado dar el salto del Centro Don Bosco a la universidad y desenvolverse actualmente como profesionales de respeto.
Si alguien se esforzara por imaginar el Oratorio de Valdocco de los tiempos de Don Bosco, le bastaría emprender un viaje hasta San Pedro Carchá, 200 kilómetros al norte de Guatemala, y allí descubriría una versión fiel del mismo en el Centro Don Bosco del padre Antonio De Groot.
1982: Los orígenes
Eran los años ochenta, cuando el conflicto armado en Guatemala dejó millares de muertos, la mayoría de ellos, indígenas. Los salesianos entonces atendían pastoralmente Raxruhá, una de las zonas más afectadas por la guerra. Por estar en aquel tiempo casi aislada, al límite con la selva y con una población maltratada por la miseria, las enfermedades, el aislamiento y un clima casi insoportable, las oportunidades de desarrollo humano para la gente joven eran prácticamente nulas.
El padre Antonio De Groot, entonces un joven misionero llegado desde Australia, se hizo cargo de la atención pastoral de las comunidades indígenas diseminadas en varios kilómetros a la redonda, afrontando el calor sofocante, las lluvias torrenciales, los maltrechos caminos y las inseguridades de todo tipo.
Como buen salesiano, supo conjugar la serenidad de espíritu con la fortaleza de su temple joven para recorrer a pie o en canoa largas distancias y así transmitir la alegría del evangelio. Con su perenne sonrisa y su guitarra y acordeón a cuestas, atraía, como el flautista de Hamelin, niños y jóvenes fascinados por la música.
Haciendo realidad el conocido proverbio chino “Más vale encender una vela que maldecir la oscuridad”, poco a poco fue encendiendo hilos de esperanza para una población víctima de la incuria gubernamental, amenazada por la guerrilla y el ejército, luchando al límite de la supervivencia.
Convencido de que la puerta de salida a tan angustiante situación se encontraba en la educación de los jóvenes, empezó una increíble aventura educativa que, al inicio, era una semillita insignificante. Primero un joven, después otro y otros más comenzaron a llenar la estrecha casa en que vivía. De día trabajaban y de noche estudiaban los rudimentos de la lectura y la escritura. El padre Antonio era el maestro.
Esa semillita tenía una vitalidad enorme. Pronto hubo que construir edificaciones más amplias porque el número de muchachos aumentaba. Consiguió algún que otro maestro elemental.
A los pocos años aquello se convirtió en un centro de estudios en toda regla, con centenares de internos que trabajaban duro y estudiaban con ilusión. Porque en manos de los jóvenes estaba la cocina, el lavado de ropa, el mantenimiento de las instalaciones y la producción de alimentos. Una vida espartana para unos jóvenes endurecidos por privaciones inimaginables.
2017:35 años después
El Centro Don Bosco en Raxruhá se multiplicó por tres. En el año 1990 comenzó una réplica cerca de la ciudad de San Pedro Carchá. En el 2009 se abrió el tercer internado en la ciudad cercana de San Juan Chamelco.
Actualmente los tres centros educativos suman 1,158 alumnos internos provenientes de 600 comunidades indígenas, 30 municipios y 5 departamentos: Alta Verapaz, Quiché, Izabal y Petén.
Algunos datos pueden dar una idea de la magnitud de este descomunal proyecto educativo. En el año 2016 se distribuyeron entre los estudiantes internos dos millones de raciones alimenticias, que incluían 5,9 millones de tortillas. Los tres Centros Don Bosco no escatiman la alimentación ya que uno de sus propósitos es la recuperación nutricional de jóvenes que han carecido de una alimentación suficiente
El Centro Don Bosco ofrece la educación formal posterior a la primaria: el ciclo básico y el bachillerato en ciencias y letras. Además, reciben capacitación para el trabajo en talleres de electricidad, panadería, carpintería, albañilería, soldadura y agroforestal. Como complemento se cultiva ejes transversales que enriquecen la oferta educativa: informática, valores cristianos y salesianos y deporte recreacional.
Todo este milagro educativo ha sido posible gracias al apoyo gubernamental e internacional. El ministerio de educación ha ofrecido durante 22 años una subvención de 29 millones de dólares aproximadamente. COMIDE de Bélgica ha financiado la construcción edilicia y el equipo escolar. KfW de Alemania y la Fundación Kellog han apoyado proyectos concretos de consolidación educativa.
Algunos resultados significativos: 2,119 jóvenes indígenas graduados como maestros y 787 bachilleres con formación ocupacional. Un cálculo aproximado indica que, gracias al trabajo de estos maestros, sus familias están recibiendo anualmente más de 20 millones de dólares.