DSC01109 El sentimiento del amor es bello, pero debe ser purificado mediante un camino de discernimiento en el que entran la razón y la voluntad. Sentimiento, razón y voluntad deben estar unidos.

En el rito del matrimonio la Iglesia no dice: “Estás enamorado”. Pregunta: “¿Quieres?, ¿Estás decidido?

El enamoramiento debe transformarse en verdadero amor implicando la voluntad y la razón que llevan al compromiso y a la purificación hasta poder decir con toda la fuerza: “Sí, esta es mi vida”.
En las bodas de Caná el primer vino era bueno: el enamoramiento. Pero no duró hasta el final. Debía llegar un segundo vino, más bello, mejor que el primero: el amor definitivo.

Es importante que el yo no quede aislado, el yo y el tú. Debe estar implicada también la comunidad parroquial, la iglesia, los amigos. Es muy importante la comunión de vida con los demás, con familias que se apoyan entre sí.

Esta comunión con los amigos, con la comunidad, con la iglesia, con Dios mismo produce un vino duradero.

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