DSC09728 Queridos esposos, viviendo el matrimonio ustedes no se dan cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y su amor es fecundo, en primer lugar, para ustedes mismos, porque desean y realizan el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar.

Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia.

Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación.

Cuiden a sus hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmítanles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad.

Ustedes, hijos, procuren mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia sus padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

Queridas familias, pidan con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que les enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron.

El amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo.

 

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