EDB1 Una investigación reciente afirma que la persona promedio escucha durante 17 segundos antes de interrumpir y comenzar a hablar. (sin duda, no se analizaron los programas de TV en los que se comenta la vida privada de los personajes del espectáculo… Allí la cifra se reduce a unos pocos segundos).

Esta actitud está expresando una escucha egocéntrica, que no favorece una conversación constructiva. En la verdadera escucha, se genera un clima positivo, en que el otro está dispuesto, a su vez, a escuchar lo que estoy diciendo. El encanto irresistible de Don Bosco también brotaba de esto: era un hombre que sabía escuchar.

14 consejos
simples
Escucha con los ojos. Dale atención exclusiva a quien te esta hablando: apaga la TV, cierra el libro que estabas leyendo, deja a un lado tu teléfono móvil y míralo a los ojos. Así le estas comunicando: “lo que dices es importante para mí”.
Escucha con la boca, manteniéndola cerrada. Si te apresuras a expresar tu pensamiento, muestras que no estás escuchando con empatía. Mientras el otro habla, tu deber es escuchar, si quieres comprender lo que tu interlocutor guarda en su mente y en su corazón. “Que no busque tanto ser comprendido, como comprender”, oraba Francisco de Asís.

Escucha con el cuello. Cuando asientes con la cabeza, estás diciendo: “busco entenderte, estoy contigo”.

Escucha con las manos. No juegues con el móvil o el control de la TV. Que tus manos estén quietas: y no las cruces detrás de la nuca ni las levantes, como si estuvieras aburrido.

Escucha con tu columna vertebral. Mientras el otro habla, no te quedes con una postura rígida: inclínate un poco hacia él, como diciendo: “Tienes toda mi atención”.

Escucha con los pies. Quédate quieto. Mientras te hablan, no salgas de la habitación, salvo una emergencia, claro. Si sucede algo inesperado, informa a tu interlocutor el motivo de tu alejamiento transitorio. Por ejemplo: “Voy a cerrar la llave del gas, vuelvo enseguida”.

Escucha también los sentimientos. Si te limitas a las palabras que el otro te dice y respondes sus preguntas, pero ignoras los sentimientos no expresados- que a veces se manifiestan en gestos mínimos-, tu interlocutor no se sentirá comprendido.

Intenta ver la situación desde el punto de vista de tu interlocutor. Busca comprender su interpretación de los hechos y los sentimientos que estos le han provocado en su interior. Aunque no es fácil lograrlo, esto resulta esencial para escuchar con empatía.

No expreses tu punto de vista hasta que tu interlocutor se sienta comprendido. No le digas que su visión de los hechos no es correcta, o que no tiene derecho a sentirse herido o desilusionado. Cuando se sienta comprendido, aceptará más fácilmente tu opinión.

Intenta comprender mejor a tu interlocutor haciendo preguntas adecuadas. “Entonces, ¿tú piensas que…?” “Te entendí bien?”. Al recibir la respuesta, asiente con la cabeza: aunque no estés totalmente de acuerdo, estás expresando: “comprendo lo que me dices”.

Con preguntas oportunas, busca comprender mejor las emociones del otro: “Me parece que te sientes desilusionado por esto. ¿Es así?. “Tu interlocutor puede asentir o, incluso, podría añadir: “¿Desilusionado?” Me siento herido, enojado y frustrado”.
Resume lo que has comprendido luego que tu interlocutor ha expresado lo que sentía. “He comprendido que te sientes herido y airado porque consideras que yo te desilusioné con lo que hice. ¿Es realmente así?

El momento más importante de la escucha es alentar y apoyar. Manifiesta verbalmente tu apoyo por todo lo que el otro te ha comunicado. Por ejemplo: “Escuchándote, he podido darme cuenta de lo herido que estás y las razones de tu enojo conmigo. Si yo estuviera en tu lugar, pienso que sentiría los mismo” (y será realmente así, si lograste mirar la situación desde el punto de vista de tu interlocutor). De esta manera, muestra que eres un compañero comprensivo, y no un enemigo.

Pídele su consentimiento para manifestar tu punto de vista. Después de haber escuchado con atención a tu interlocutor y haber comprendido sus pensamientos y sus sentimientos, puedes solicitar permiso para expresar tu opinión. Si el otro acepta escucharte- y normalmente quien se siente comprendido lo acepta- podrás exponer con libertad tu perspectiva sobre lo sucedido y los motivos que te han llevado a obrar de esa manera.

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