Frente a las diversas interpretaciones que se dan hoy en la sociedad con respecto a Jesucristo, nosotros los católicos debemos tener certezas.
Hay que decir en primer término que la fuente originaria y viva de nuestro conocimiento de Cristo es, y algunos les parecerá extraño, es la Iglesia viva. Repito, con otras palabras, la fuente originaria y viva de nuestro conocimiento de Cristo es la predicación de los Apóstoles. Fuera de la Iglesia, la persona de Cristo siempre será una conjetura. En la palabra de la Iglesia es donde está viva la palabra verdadera de Cristo, la palabra del verdadero Jesucristo.
En el Magisterio oficial de los ministros ordenados (Obispos) es donde Cristo constituye la base y el verdadero cimiento, pese a todas las deficiencias y escándalos que pueden tener los portadores humanos de tales ministerios. Aunque la gracia extraordinaria de Cristo puede llegar y alcanzar a mucho, también fuera de la Iglesia visible, el lugar ordinario y querido por Dios para el encuentro con Cristo vivo es la Iglesia que Él fundó.
Por ello, también en la Iglesia tiene su sitio genuino la Sagrada Escritura como fuente escrita de la Palabra de Dios. Es la Iglesia la que nos ha dejado en la Escritura su comprensión originaria y viva de Cristo, según los primeros testigos oculares y presenciales. Y así como esos escritos surgieron de la fe y del amor de la Iglesia primitiva, así también han de entenderse e interpretarse en el suelo vivo de la fe de la Iglesia que les dio origen.
Sólo en la Tradición apostólica y eclesial está la verdad de la fe. La Iglesia católica transmite con fidelidad lo recibido, y mantiene el ‘depósito de la fe’ previamente dado por los Apóstoles.
Así pues, dice segunda Tesalonicenses ‘manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido, ya de palabra, ya por carta nuestra’.
En la Iglesia fundada por Cristo sobre los Apóstoles, está presente el Espíritu de Dios, del cual dice Cristo: ‘El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os lo recordará cuanto os he dicho (Jn 14,26). Y un poco más adelante: “El Espíritu de la verdad os guiará hacia la verdad plena” (Jn 16,13).
Con la acción de ese Espíritu, la propia Iglesia transmite la doctrina, la vida y el culto a través de los tiempos. Transmite lo que ella es, lo que cree y lo que posee en la fe. Así pues, en comunión con esa Iglesia hay que entender la Palabra de Dios contenida en la Escritura. “Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en la virtud de Dios” (1Tes2,13).
No basta la investigación de los expertos, sino que ha de buscarse la interpretación auténtica dentro de la Tradición eclesial. En el curso de los siglos la fe de la Iglesia ha ido más allá de la lectura literal de la Escritura; más allá de cualquier versículo sacado de contexto. Porque la Escritura, solo representa aquella parte de la Palabra de Dios que la Iglesia puso por escrito. Aunque la Escritura es única, y ya está completa, debe ser continuamente interpretada.
Así ocurre desde la lucha contra la primera herejía contra la que hubo de tomar posición la joven Iglesia, después de que ya se hubieron cerrado los escritos del Nuevo Testamento. Poco a poco se habían ido reuniendo los diversos libros en el canon, tomando como principal criterio de discernimiento su fidelidad a la predicación de los Apóstoles, únicos testigos oculares de todo lo que pasó. Por supuesto con la ayuda sobrenatural de Espíritu Santo. Tradición y Escritura, recogidas en la sucesión apostólica se convirtieron en la realidad más importante dentro de la Iglesia.
No hay que hacer otra cosa más que conservar lo que se ha captado y aceptado con fe: lo que fue enseñado por Jesucristo que nos ordenó no buscar otra cosa sino su doctrina. El mensaje de Cristo transmitido y anunciado en la Iglesia es el único que desde la antigüedad abre al hombre el camino hacia Cristo vivo, el cual se hace realidad personal en el culto eclesial: la Eucaristía. Esta realidad misteriosa sólo la puede captar el creyente.
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