El Señor los llamó desde el comienzo de sus vidas. Él los ha llamado por sus nombres. Ninguno es cristiano por casualidad, todos hemos sido llamados por nuestro nombre.
Al principio de la trama de la vida, antes de los talentos que tenemos, de las sombras y de las heridas que llevamos dentro, hemos sido llamados, porque somos amados. Somos amados como somos, sin maquillaje.
Atentos a las ilusiones del mundo virtual. Muchos hoy saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. De hecho, tu nombre es conocido, aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que le asocian gustos y preferencias. Pero todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado.
Estén atentos a las ilusiones de lo virtual, porque muchas realidades que nos atraen y prometen felicidad, después se muestran por aquello que son: cosas vanas, pompas de jabón, superfluas, cosas que no sirven y que nos dejan vacíos por dentro.
Jesús no es así; él confía en ti, confía en cada uno de nosotros, porque para Jesús cada uno de nosotros le importamos. Ese es Jesús.
Somos amados tal como somos. “Este es el punto de partida de la vida. A pesar de lo que a veces ven sus ojos, empañados por la negatividad y deslumbrados por tantas distracciones, deben ayudarse entre ustedes a reconocer esta realidad esencial: recordar que somos valiosos a los ojos de Dios y somos amados como somos, no como quisiéramos ser.
En la Iglesia hay espacio para todos, ninguno sobra, ninguno está de más, así como somos. La Iglesia es la madre de todos. El Señor no señala con el dedo, sino que abre sus brazos; nos lo muestra Jesús en la cruz. Él no cierra la puerta, sino que invita a entrar; no aleja, sino que acoge.
Cada uno tiene sus interrogantes dentro. Hay que llevar esos interrogantes en el diálogo común entre nosotros y cuando rezamos delante de Dios
Dios ama por sorpresa; no está programado, el amor de Dios es sorpresa y siempre sorprende.
Confíen, porque Dios es padre que nos quiere y nos ama.
Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
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