Hogar Miguel Magone Mi nombre es Karen Rodas de Reynoso y me gustaría contarles cómo se inició el Hogar Miguel Magone, ubicado en Aldea El Aguacate, Mixco, Guatemala. Yo tenía 17 años y estudiaba en un colegio católico de religiosas. Una de ellas nos invitó a apoyarlas en una visita a un orfanato de niños.

Mi vida en esa época giraba en torno al basquetbol, pero decidí sacar el tiempo e ir. En el lugar vivían 400 niños y niñas de 8 a 17 años de edad, también niños con necesidades especiales sin sus padres. Cada uno a su modo se acercaba a mí buscando afecto. Jamás hubiera imaginado una realidad así en Guatemala; me impactó fuertemente. Me aparté un poquito de la actividad que se realizaba para no llorar frente a los niños. En ese momento un niño de 11 años, Juan Ignacio, se me acercó y me contó su historia y por qué estaba allí. Me hizo una pregunta que cambiaría mi vida radicalmente: “¿Verdad que usted va a venir para siempre?¨ ¿Qué contestarle ante semejante pregunta? Luego de unos segundos mi respuesta fue: ¨SÍ, yo voy a venir para siempre¨. Quizá no comprendí en ese momento la magnitud de mi respuesta, pero sé que fue Dios quien, por medio de ese niño, me invitó a servirle a través de estos niños.

Durante diez años más continué dedicando todo mi tiempo libre y fines de semana a estos niños. Fueron años de mucho aprendizaje y de soñar cómo algún día podría yo tener un hogar para niños y ayudar más a la niñez de mi país. Continué mis estudios de psicología, trabajaba todo el día y mis fines de semana seguían siendo para ayudar a los niños de otro hogar y de la calle. El conocer la realidad que viven los niños de la calle me conmovió e impactó aún más: solos en las calles, consumiendo drogas y llevando una vida descontrolada, en total abandono... Me partían el alma, me daba muchísima tristeza y nuevamente me preguntaba qué podría hacer para ayudarlos. Buscaba opciones, los llevaba a hogares ya existentes, les brindábamos atención en la calle cubriendo necesidades inmediatas. Pero era poco lo que podíamos hacer. Mis amigos y familiares se involucraron de una u otra forma en esta misión. Mis padres al principio se oponían, sentían que perdían a su hija y que lo que se hacía no valía la pena. Cuántas veces me dijeron: ¨Queremos una hija normal¨. Pero siempre y a pesar de todo, con fe, perseverancia y entrega, no me desanimaba, sino que seguía soñando.

Tuve la oportunidad de conocer a varios sacerdotes y religiosos salesianos y me fascinó la obra que realizaban. Fueron ellos quienes me presentaron a Don Bosco. Leer su biografía y conocerlo me cautivó. Desde entonces me considero una admiradora total de su vida, obra y legado. He aprendido tanto de Don Bosco leyendo sus libros, las Memorias del Oratorio, el Sistema Preventivo y las biografía de sus alumnos. Eso me motiva a seguir adelante al servicio de los niños y jóvenes en Guatemala. Los sueños se cumplen si uno lucha por ellos y teniendo siempre la vista puesta en el Señor, siendo perseverante y estando dispuesta a todo.

Tener y estar al frente del Hogar Miguel Magone no es para mí solamente como un trabajo, es mi propia vida y me considero dichosa, porque es un privilegio poder servir a Dios en cada uno de estos pequeños. Le agradezco a Él día a día porque me ha dado todo y por sostenerme en cada momento de debilidad y darme las fuerzas para seguir adelante. María Auxiliadora también ha sido mi gran compañía y, como Don Bosco lo decía: ¨Tengan confianza en María Auxiliadora y verán lo que son los milagros¨. Yo puedo dar testimonio de tantos milagros maravillas que Dios hace en este lugar. Me considero salesiana de corazón.
A mi esposo, Estuardo Reynoso, lo conocí cuando llegaba como voluntario a jugar con los niños y cuando visitábamos a los niños de la calle. El sacerdote salesiano que nos casó, en plena Eucaristía el día de nuestra boda, le preguntó a Estuardo si estaba seguro de casarse con una joven que ya tenía más de cien hijos. El dijo que sí. Gracias a Dios, estamos juntos en esta gran misión de amor y de servicio. Dios nos dio un gran regalo: una hija maravillosa, María Andrea, quien aprendió desde muy pequeña a compartir, sobre todo a compartir a sus padres. Ella ama a estos niños con todo su corazón y los quiere como a hermanos.
Sin contar con nada, hace 23 años logramos alquilar una casita y allí se inició el Hogar Miguel Magone con 25 niños. Más adelante, y de una manera muy especial, nos donaron un bello terreno en medio del bosque. Entonces conocimos a un sacerdote diocesano (que estaba hospedado en casa de una Dama Salesiana) y, al contarle sobre el proyecto del hogar, nos dijo que podía apoyarnos en la construcción del mismo. Él junto con muchos voluntarios canadienses ya jubilados hicieron la primera parte de la construcción. No hubo maquinaria para las plataformas, fueron hechas a mano por ellos. También nos dieron la donación para terminar la construcción de las primeras casas. Era ya un sueño hecho realidad.


Actualmente atendemos 60 niños de 2 a 17 años de edad. Los recibimos y queremos como hijos propios. Se ha creado en el hogar un ambiente acogedor, con amor, alegría y paz. Pero faltaba algo. De una forma milagrosa conocimos a una familia de Estados Unidos. Vinieron a visitar la obra y, despues de tres visitas, preguntaron con qué proyecto nos gustaría continuar. Les respondí: Me gustaría hacer una casa para las niñas que sea aún más especial, bonita y acogedora porque son niñas. Imagínense qué magnitud de petición. Al tiempo nos dijeron que sí podrían apoyarnos con este proyecto. Hace, un 24 de mayo, pudimos así abrir el Hogar para Niñas María Auxiliadora, que acoge 36 niñas de 2 a 14 años de edad.


Todos los niños asisten a escuelas de la comunidad cercana. En el hogar se cuenta con pequeños talleres de música, serigrafía, computación y panadería. Se les enseña a ser personas de bien para Guatemala, honrados ciudadanos y buenos cristianos, como Don Bosco lo hacía con sus chicos en Turín. Nuestros niños son referidos por Juzgados de la Niñez, por maltrato, abandono o negligencia. En el hogar, ante todo, se les ama y se trata de sembrar en ellos principios y valores. Y enseñarles que es posible romper ese círculo que han vivido. Y que hay un presente y un futuro bello, si vamos de la mano de Dios.

Se vale soñar. Confiados en el amor de Dios y con fe, si Dios nos lo permite, el próximo proyecto es la realización de talleres de capacitación técnica de manera formal y en grande. Dios ha hecho tanto por nosotros que es necesario hacer algo por Él. Y hacer el bien que podamos sembrando amor en tantos corazones heridos. Y dejar el mundo un poquito mejor de como lo encontramos. Dios nos pone muchos ángeles en nuestro diario caminar y nos abre puertas.

 

Compartir