triduo El Rector Mayor tomó el tema del Aguinaldo: La santidad también para tí. Con su estilo cálido, conversacional y estimulante animó a los feligreses, la mayoría jóvenes, a asumir con seriedad el camino de la santidad, vocación normal para cada cristiano. Subrayó que no se trata de realizar cosas extraordinarias.



La Santidad también para tí
Don Ángel animó a los presentes a dejar que el sueño de Dios sobre cada uno se vaya haciendo realidad. Qué es lo que quiere Dios de cada uno es el enfoque fundamental, no la propia voluntad individual.

“No tengan miedo a lo que Dios les pide”, les dijo. “No pretendan una santidad inmediata, sino emprendan poco a poco ese camino. Den la prioridad a los jóvenes, entreguen la vida por ellos. Don Bosco supo ver a los jóvenes con los ojos de Dios.

“Tienen que ser santos”, enfatizó con fuerza. “La santidad da una alegría profunda. Se logra en el cumplimiento responsable de los propios deberes”.

No tengan miedo a lo que Dios les pide
Para reforzar esta visión comunitaria de la santidad el Rector Mayor recordó la escuela de santidad que formó Don Bosco con un grupo de muchachos en un espacio físico bastante estrecho. Allí se formaron santos de la talla de Domingo Savio, Miguel Rua, Luis Versiglia, Calixto Caravario, Luis Variara, Andrés Beltrami.

¿Cuál era el secreto de Don Bosco para estimular el ansia de santidad en esos muchachos sencillos? Ante todo, la convivencia con dos grandes santos: el mismo Don Bosco y su mamá Margarita. La santidad se contagia.

¿Qué propuesta ascética les ofrecía para despertar en ellos el anhelo de la santidad? Nada de extraordinario. Sí la canalización de esas energías juveniles en el estudio, el deporte, la alegría, el clima de familia. Y por supuesto, la oración. Una oración juvenil festiva.

Don Bosco miraba a esos muchachos con los ojos de Dios. Creía en sus potencialidades. Los estimulaba a dar lo mejor de sí. Los convencía de que Dios tenía un sueño para cada uno de ellos. Que no tuvieran miedo de lo que Dios les pedía, pues era el camino de su propia felicidad.

La santidad escondida de Mamá Margarita
La madre de Don Bosco, como modelo de una santidad humilde.
Ella, a sus 53 años de edad, con sus tres hijos ya establecidos, se dispone a vivir su vejez en la paz de su casita rural.

Entonces aparece su hijo Juan Bosco, joven sacerdote, que ha empezado a acoger en una barriada peligrosa de la gran ciudad de Turín a muchachos explotados e incultos. Consciente de su atrevimiento, le plantea a su madre una propuesta muy difícil:

- Madre, necesito que vengas conmigo a Turín a cuidar a mis muchachos.
Ante el desconcierto de la madre, Don Bosco le señala el crucifijo, y ella entiende.
- Hijo, estoy lista.
Y así renuncia a la tranquilidad de su vida campesina. Y durante quince años atenderá a 150 muchachos rústicos. Cocinar, lavar ropa, remendar...

Margarita será la figura de una santidad escondida. Los muchachos de Don Bosco la hicieron una santa. Los muchachos de Don Bosco lo hicieron también a él un santo.

Somos instrumentos de Dios en la vida de los demás. Como en la parábola del sembrador, cada quien produce lo que puede según los dones recibidos: treinta, sesenta, cien por ciento.

Después de la Jornada Mundial de la Juventud la vida de cada joven será distinta.

Oigamos la voz de Jesús que dice a cada uno: Te necesito. Encuentra el sueño de Dios para tí.


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