puthenpura007 Desde el sur de la India, estado de Kérala, llegó a Guatemala en 1972 un joven misionero, el sacerdote Jorge Puthénpura.

Con el fuego de la misión muy encendido e imbuido de la profunda renovación eclesial promovida por el recién concluido Concilio Vaticano II, entró de inmediato en contacto pastoral con la población indígena qeqchí en el extenso territorio misionero salesiano de Carchá, al norte de Guatemala.

Gracias a sus estudios de teología cursados en el seminario salesiano de Barcelona, no tuvo dificultad con el idioma español. Pero sí arremetió con entusiasmo el aprendizaje del idioma local, el qeqchí, lo que era entonces una arriesgada experiencia, ya que hasta entonces la pastoral tradicional se llevaba en español.
Arriesgada experiencia, porque hasta a los mismos indígenas les resultaba extraño participar en celebraciones litúrgicas en su propio idioma, acostumbrados como estaban a rezar en su lengua si se trataba de sus ritos ancestrales, y en español, si el sacerdote lo utilizaba en las ceremonias católicas.

Así el P. Jorge y un puñado de otros misioneros emprendieron la audaz tarea de renovar la pastoral utilizando la lengua autóctona. A la par de la adopción de la lengua local, empezaron a incluir a jóvenes y adultos bien dispuestos en ministerios sencillos como, por ejemplo, catequistas, músicos, alfabetizadores. La respuesta fue inmediata y entusiasta, aunque con alguna resistencia de los ancianos.

En aquellos años, la situación de los indígenas era deplorable. Analfabetismo extendido, pobreza rayana en miseria, aislamiento en las montañas, sin servicios de salud y educación públicas en el área rural. La tenencia de la tierra arrastraba desde la época colonial un sistema semi feudal, en que los terratenientes se habían apropiado de tierras y personas.

 

El P. Jorge y un puñado de otros misioneros emprendieron la audaz tarea de renovar la pastoral utilizando la lengua autóctona.

 

Guatemala es reconocida como un país en que la división de clases es patente: los ladinos y los indígenas. Estos últimos, hasta hace pocos años, vivían marginados y explotados. Todavía quedan secuelas de esta dualidad social.

Cuando llega el padre Jorge a Carchá, en la diócesis de Verapaz, de la que depende la parroquia salesiana de San Pedro Carchá, un pequeño grupo de sacerdotes toma conciencia de la lamentable condición de los indígenas y comienza con experiencias pastorales que incluyan la dimensión material y espiritual. El camino para impulsar esa aventura misionera consistirá en dejar el paternalismo y promover el protagonismo indígena. Para ello, la pastoral juvenil será clave de renovación; que los indígenas descubran su dignidad y sean sujetos de su propia historia.

En relativamente pocos años se ha recorrido en la diócesis de Verapaz un largo camino. Los llamados catequistas se cuentan por centenares y son la columna vertebral de la pastoral misionera. Aquellos jóvenes de los comienzos son ahora adultos maduros en la fe, dirigentes de las numerosísimas comunidades rurales. El liderazgo inicial, talvez algo tímido, se ha transformado en animadores con multiplicidad de servicios religiosos y sociales. Y las nuevas generaciones de jóvenes ofrecen su aporte fresco al crecimiento humano y cristiano de sus comunidades.

El padre Jorge tuvo desde el principio la intuición de que la mujer indígena tenía un altísimo potencial de liderazgo, que estaba en semilla, pues los roles directivos correspondían tradicionalmente a los hombres. Entonces se animó a iniciar un experimento audaz: ofrecer a las jóvenes mujeres la vocación religiosa. Pero no siguiendo el modelo occidental. Se trataba de que experimentaran la vida religiosa dentro de su marco cultural y su valores de raza. Es decir, sin hábitos clásicos ni costumbres occidentales. En fin, ser religiosas sin dejar de ser indígenas.

Todo árbol frondoso nace como una pequeña planta frágil. Un grupito de jóvenes mujeres aceptó la propuesta. A algunos les pareció un proyecto extravagante. ¿Cómo iba a prosperar un experimento de monjas indígenas fuera del modelo clásico conocido? La experiencia pegó. ¿No fue así como nació la mayoría de las congregaciones femeninas de la iglesia?

Actualmente las Hermanas del Resucitado tienen consistencia numérica y sus obras apostólicas se han extendido en el norte del país. Su opción pastoral va dirigida a las familias, los jóvenes y los niños estimulando toda iniciativa de carácter educativo y promoción humana, apuntando al liderazgo femenino. La joya de la corona es la extensión unversitaria en Carchá de la Universidad Mesoamericana salesiana con sede en la capital. En pocos años ha experimentado un crecimiento sorpresivo.

El p. Jorge Puthenpura, quien inició su sacerdocio hace cincuenta años en el mundo qeqchí, no cesa en su creatividad pastoral. Con energía indomable, rica espiritualidad y olfato empresarial sigue incansable expandiendo el horizonte humano-cristiano de sus queridos indígenas.




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