pordenaciones Los  salesianos Mauricio Dada y Edward de la O, salvadoreños,  fueron ordenados sacerdotes el 18 de diciembre en la Parroquia Maria Auxiliadora, de San Salvador, en ceremonia presidida por el cardenal Oscar Rodríguez.

 


 

P. Edward De La O

La comunidad salesiana de la Parroquia María Auxiliadora me envió a la formación vocacional salesiana y en esa misma parroquia  fui ordenado sacerdote.

La primera misa me llevó a las raíces de mi ser cristiano, al lugar donde recibí el bautismo, a reconocerme como llamado por Dios como uno entre la gente de mi pueblo.

Cuando desperté el 18 de diciembre, día de mi ordenación, el primer pensamiento que me vino a la mente fue: “El Señor está cerca”.


Me he sentido agradecido por este acontecimiento en mi vida. Ha sido un camino que no he caminado nunca solo, sino acompañado por amigos, seres queridos, formadores, jóvenes. Desde luego confiando en la promesa de Jesús y dejándome guiar por la admiración a Don Bosco.  Su compañía física o espiritual ha sido fuente de fortaleza.

En el día de la ordenación he tomado más conciencia de ser instrumento de Dios, de obedecer su voluntad. El sacerdocio es una obra grande de las manos de Dios. Me doy cuenta de mi pequeñez y  de la obra del Señor.

Espero entregarme al ministerio sacerdotal como pastor y sacerdote a quienes la Providencia me encomiende. Me ilusiona estar cerca de muchos jóvenes a quienes servir. Que mi bien sea  el Señor, que me llene de alegría, que me enseñe siempre el camino de la vida.

Que el Señor imprima en mi vida salesiana humildad, sabiduría y docilidad al Espíritu Santo.

Me veo al inicio de otro camino, para el cual quiero sentirme unido en la oración que nos sostiene a todos. Todo el bien hecho a un joven, es a Cristo a quien lo hacemos.


P. Mauricio Dada

“Jesús tomó al muchacho de la mano, lo levantó y este se puso de pie”: es el lema que he querido escoger para la ordenación sacerdotal. Estoy consciente de que el regalo inmenso que Dios me da con este ministerio  es una muestra de su amor misericordioso. Jesús me tomó de la mano, me levantó y pude ponerme en pie. Eso me hizo pensar que era urgente llevar a los jóvenes a Jesús, porque sólo él puede levantarnos.  

Quiero prestar mis manos a Jesús. La distancia entre mi miseria y su infinito amor es grande, pero más grande es su misericordia y su gracia. Quiero  llevar a los jóvenes desesperanzados a Jesús, el único que puede hacerlos felices.

Doy gracias a Dios porque me llamó a la vida dentro de una familia preciosa. Gracias a María Auxiliadora que me trajo junto a la casa de Don Bosco. Gracias por mi papá, que me mira desde el cielo, y a mi mamá que, junto a él, fueron ayudándome a crecer y a conocer al Señor. Gracias a toda mi familia, a mis amigos y de manera especial a los jóvenes, en quienes el salesiano encuentra la imagen de Cristo.

Como salesiano sacerdote quiero seguir sirviendo al Señor, llevar a los jóvenes a él, prestarle mis manos y ayudar con su gracia a aquellos jóvenes que han perdido la esperanza.


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