Con cierta frecuencia, en las películas y telenovelas, cuando la esposa le reclama al marido una infidelidad, éste trata de evadir el problema con estas o parecidas palabras:

-        “En realidad te amo a ti. Con la otra sólo hubo algo físico, solo sexo; pero a ella no la amo.” (¿Esperaría este marido que su esposa se mostrara agradecida tras una excusa tan falsa?).

Lo único cierto de su frase es ‘a ella no la amo’. (Interesante confesión de sexualidad sin amor).

Todo el resto de la excusa es mentira: es mentira que ame a su esposa y es mentira que la relación sexual con su amante sea algo puramente físico.

Veamos por qué: El ser humano no es sólo cuerpo. En el varón y la mujer, el cuerpo y el alma están unidos tan íntimamente que todo lo corporal tiene implicaciones espirituales y todo lo espiritual tiene repercusiones físicas. Nunca el alma está al margen de lo que hace el cuerpo. Y viceversa. Es imposible separar en el hombre lo material (cuerpo) y lo espiritual (alma).

La relación sexual no es una excepción: Ningún acto sexual es algo puramente físico o puramente corporal. Para bien o para mal, en cada acto sexual está implicada el alma. Cada acto sexual es también una acción del alma:

-        Si el acto sexual es lo que debe ser: un signo de amor verdadero, es decir de una entrega total, fiel, comprometida, y abierta a la vida (estamos hablando, pues, de una relación conyugal), entonces el alma se plenifica y ennoblece.

-        Si el acto sexual es carente de amor y de compromiso; si es un acto que busca sólo el placer egoísta; si es un simple ceder a la pasión instintiva, en ese caso el alma se envilece.

Todo acto sexual involucra al alma. No es algo puramente orgánico, biológico, físico y corporal. Es un acto también espiritual en cuanto es un acto humano y personal. Por lo tanto involucra al alma intensamente, aunque nos cueste reconocerlo. Y tiene consecuencias también espirituales, que serán positivas o negativas, según se trate de un acto conyugal de amor o no.