Carchá. A 45 minutos en carro desde San Pedro Carchá, primero en carretera pavimentada, el último trecho en camino de tierra.

2.00 pm: la pequeña iglesia ya está llena al tope. Mucha gente fuera. La lluvia y la gente han ocasionado un barreal frente a la iglesia.

50 matrimonios, 22 bautismos, 15 ancianos y ancianas para la unción de enfermos. Todos sentados compactos. Se respira un aire de fiesta.

La gran marimba y coro ocupa una esquina cerca del altar. Mayordomos, catequistas y padrinos se afanan en ultimar detalles.

Iniciamos la procesión de entrada que es pausada para aprovechar la corta distancia al altar. Mucho humo de copalpom, el incienso local.

Después de la homilía, comienza la administración del bautismo. Apretujados como estamos, la tarea tiene un toque de congestión. A duras penas se abren paso hacia la pila bautismal papás y padrinos más el bautizando. Bebés, niños, algún adolescente o adulto. La apretazón no contradice la devoción. Yo derramo el agua, el diácono Luis unge con el óleo.

Luego, los matrimonios. Lista en mano, voy llamando a cada pareja, que se sitúa frente a mí. - ¿Aceptas como esposo/esposa a NN? - ¿Prometes amarlo/a de corazón toda la vida?

Finalmente, la unción de los ancianos. Estos gozan de gran veneración en la comunidad. Están orgullosos de recibir ese sacramento. El más anciano cuenta 89 años. Para facilitar la ceremonia, me dirijo a sus bancas y con un poco de esfuerzo logro ungir a todos.

A la hora de comulgar, los participantes son numerosos. Entre cuatro, agilizamos la distribución del cuerpo de Cristo. La actitud reverente de cada uno al recibir la hostia indica su fe profunda.

A lo largo de la celebración eucarística, marimba y coro se lucen con cantos que canta toda la comunidad. Los cantan muy bien, con voz clara.

Duración de la ceremonia: dos horas y media. Al final, mis piernas protestan.

Somos invitados a la cocina para un plato especial al sacerdote, al diácono y a los mayordomos. Somos la mesa de honor. Envueltos en el humo de los fogones cercanos, saboreamos carne de pollo, arroz y tortillas. El resto de los fieles recibe una porción más modesta dentro de la iglesia, donde varios servidores distribuyen ágilmente tazones de caldo de pollo, tortillas y café.

A la salida, reparto saludos, sonrisas, apretones de manos. Niños de sonrisa ingenua, jóvenes ágiles para las bromas, hombres y mujeres con despedidas corteses y afectuosas.

Hay que abordar el pick up con cuidado para no resbalar en el terreno enfangado.

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