Que afortunados nos habemos sentido cuando el pastor nos encuentra y nos recupera de nuestras insensateces y locuras Jesús era un maestro hábil en enseñar verdades profundas mediante narraciones que hasta el oyente más sencillo las podía entender. O sea, un experto comunicador. Esas parábolas, extraídas de la vida cotidiana del pueblo, en su aparente sencillez contenían enseñanzas que a todo hijo de vecino les resultaban comprensibles.

Es el caso de la parábola de la oveja perdida. La protagonista es una oveja irresponsable. Por qué motivo se alejó del rebaño queda a la fantasía del oyente, El caso es que caía el atardecer y había que resguardar el rebaño en el corral o redil. Satisfecho de la jornada, el pastor cuenta las ovejas obedientes. Parece que falta una. Vuelve a contarlas y, sí, una menos.

Uno podría pensar: Bueno, la tontita se quedó en el monte por andar fuera del rebaño. Allá ella. No voy a arriesgarme a salir y buscarla cuando la noche esta por caer. Total, me quedan noventa y nueve.

Pero no. Cierra el corral y sale a buscarla. ¿Cuánto tiempo pasó en su búsqueda? No era cuestión de medir el tiempo. La oveja estaba perdida, había lobos en la oscuridad, El mismo pastor corría riesgos. Pero habrá que hallarla, cueste lo que cueste.

Busca que te busca, al fin la encuentra. ¿En qué estado? La parábola no lo detalla. Pero es de suponer que el animalito estaba asustado, desesperado. ¿Y el pastor? Si tú hubieras sido el pastor, a lo mejor le hubieras pegado unos cuantos gritos y la habrías empujado de mala manera hacia el corral.

La pobre oveja estaría cansada, hambrienta, asustada, con rasguños dolorosos por las espinas. A lo mejor habría oído los aullidos del lobo que merodeaba por las cercanías.

Pero nuestro pastor tiene un corazón noble. No la maltrata. Se la echa a los hombres y la lleva con cariño al corral.

Identifiquémonos con la oveja. ¿Quién no habrá escapado alguna vez del rebaño en busca de aventuras perniciosas? ¿Cuántas veces nos habremos puesto en serios riesgos de ser devorados por el infernal lobo? Qué afortunados nos habremos sentido cuando el Pastor nos encuentra y nos recupera de nuestras insensateces y locuras.

Moraleja: Tenemos a Alguien ante quien valemos mucho. Se preocupa por nuestra salud y seguridad. Cuando nos metemos en situaciones escabrosas, nos busca, sana nuestras heridas, feliz de habernos recuperado para su redil.

Lejos de nosotros la imagen desafortunada de un Dios severo, castigador, del que conviene mantenerse a distancia. Jesús, imagen del Padre, se nos aparece en el evangelio como alguien con un corazón tierno, que sana cuerpos y almas, que promete vida en abundancia y nos trata como amigos.

Este Jesús, que recorría los ásperos caminos de Palestina en busca de sus ovejas descarriadas, sigue buscándonos con alma de amigo entrañable. Y nos defenderá de los lobos malignos que merodean cerca de nosotros. Y nos reintegrará al abrigo del redil.

Un Dios que nos quiere tanto. Qué más queremos.

 

 

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