Vera Grita Nacida en Roma el 28 de enero de 1923, vivió y estudió en Savona donde obtuvo su título de maestra. A los 21 años, durante un súbito ataque aéreo sobre la ciudad (1944), fue arrollada y pisoteada por la multitud que huía, provocando graves secuelas en su cuerpo, desde entonces marcado para siempre por el sufrimiento.

 Pasó desapercibida en su corta vida terrenal, enseñando en las escuelas del interior de Liguria, donde se ganó la estima y el cariño de todos por su carácter bueno y apacible. En Savona, en la parroquia salesiana de María Auxiliadora, asistía a misa y era asidua al sacramento de la penitencia.

Salesiana Cooperadora desde 1967, realizó su llamada en la entrega total de sí misma al Señor, que se entregó a ella de manera extraordinaria, en lo profundo de su corazón, con la «Voz», con la «Palabra», para comunicarle la Obra de los Tabernáculos Vivientes.

Bajo el impulso de la gracia divina y acogiendo la mediación de guías espirituales, Vera Grita respondió al don de Dios testimoniando en su vida, marcada por el cansancio de la enfermedad, el encuentro con el Resucitado y dedicándose con heroica generosidad a la enseñanza y la educación. de los alumnos, atendiendo a las necesidades de la familia y dando testimonio de una vida de pobreza evangélica.

Murió el 22 de diciembre de 1969, a la edad de 46 años, en una habitación de hospital en Pietra Lígure.

Vera Grita testimonia sobre todo una orientación eucarística totalizante, que se hace explícita sobre todo en los últimos años de su existencia. No pensó en términos de programas, de iniciativas apostólicas, de proyectos. Aceptó el «proyecto» fundamental que es Jesús mismo, hasta hacer de Él la vida de su propia vida. El mundo de hoy da testimonio de una gran necesidad de la Eucaristía.

Su camino en la fatigosa actividad de los días ofrece también una nueva perspectiva secular a la santidad, convirtiéndose en ejemplo de conversión, de aceptación y de santificación para los «pobres», los «frágiles», los «enfermos» que pueden reconocerse en ella y recuperar esperanza.

Como Salesiana Cooperadora, Vera Grita vive y trabaja, enseña y se encuentra con personas con una marcada sensibilidad salesiana: desde la “amorevolezza” de su presencia discreta pero eficaz, hasta su capacidad de hacerse querer por los niños y las familias; desde la pedagogía de la bondad, que implementa con su sonrisa constante, hasta la prontitud generosa con la que, sin importar las adversidades, se dirige preferentemente a los últimos, a los pequeños, a los lejanos, a los olvidados; desde la generosa pasión por Dios y su gloria hasta el camino de la cruz, dejándose quitar todo en su condición de enferma.

 

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